Publicación exclusiva sobre la hipótesis de las paleovisitas extraterrestres
CONTCTO
 

GEOGLIFOS Y MENSAJES CELESTES

¿Cuál es el mensaje de las enigmáticas líneas de Nazca,

y otros geoglifos, que sólo

pueden ser vistos en contexto

desde gran altura?


ROBERTO E. BANCHS

Dr. ROBERTO E. BANCHS

Argentina

colegiales1908@gmail.com

 

 

La idea de que hipotéticos observadores del espacio pudieran establecer contacto visual con nosotros no es nueva. Entre los testimonios arqueológicos hallados en el Perú, probablemente, los que más interés conciten se encuentran en las pampas de Nazca (“Naska”) y de Palpa, ubicadas en las estribaciones andinas y cercanas a las costas del Pacífico. En ellas, civilizaciones pre-incaicas de discutido origen y antigüedad, trazaron con increíble precisión mediante el sistema de surcos, un conjunto de dibujos biomorfos (aves, mamíferos, etc.) y figuras geométricas de gran tamaño: líneas rectas que se extienden a través de casi 10 Km., planicies y figuras de animales cuyos trazos alcanzan varios centenares de metros y que, inobjetablemente, sólo pueden adquirir significado desde cierta altura. Para un observador situado en la superficie, esas figuras pasarían casi inadvertidas. Esto ha hecho suponer que estaban destinadas a “alguien” que se halle en el espacio; pero es obvio decir que ningún habitante estaba en condiciones de poder apreciarlas desde esa perspectiva.

 

 

Las respuestas de la arqueología

 

Los geoglifos de Nazca fueron inicialmente explorados en 1926 por Toribio Mejía, quien los supuso “seques” para riego o caminos sagrados. Pero fue el Dr. Paul Kosok, redescubridor, en 1939, quien los calificó de “el calendario de mayor escala en el mundo”. Aunque cualquier examen que se realice, no puede eludir los trabajos pioneros de la matemática alemana María Reiche, quien dedicó más de 30 años a desentrañar el misterio de las pampas. Esta infatigable y ejemplar investigadora, que le debemos también la preservación de estas reliquias arqueológicas y la confección de un completo relevamiento gráfico, comenzó “barriendo con escobas” los surcos, a fin de seguir su tendido, y examinarlos desde una escalera, en largas y penosas etapas de trabajo de campo (1). En cuanto  a sus conclusiones, se concentran a estimar que los geoglifos conforman un calendario gigantesco, con signos astronómicos varios que parcialmente ha identificado, y que habrían pertenecido a la cultura nazca-paracas, utilizando como patrón de medida 33,66 cm. (2).

 

María Reiche, pionera de la investigación en Nazca, en compañía del autor, Roberto Banchs.

Foto © Roberto E. Banchs, archivo personal.

 

No obstante, en 1968 el lugar fue visitado durante breve estancia por el astrónomo Gerald Hawkins,  del  Smithsonian Astrophysical Observatory, llegando a la conclusión de que las marcas no tienen su explicación en patrones astronómicos y que no constituyen calendario alguno. No sólo el lugar le resulta poco propicio para la contemplación de los astros, sino que las mismas líneas no mostrarían preferencias en su orientación por el Sol, por la Luna, ni por los demás cuerpos celestes (3).

 

Estos resultados provocan desconcierto, si tenemos en cuenta que Kosok –cuando redescubre los geoglifos sobrevolando la zona en un aeroplano–, advierte que en un sector donde confluían múltiples líneas ocurría la puesta de Sol, que en esos momentos coincidía exactamente con la dirección de una de esas líneas: era un 21 de junio, el día del solsticio de invierno. Más adelante se corroboraría que el trazado de significativas líneas y figuras, guardaban una asombrosa relación astronómica, como el alcatraz o “pájaro madrugador”, que señala el Sol naciente con su largo pico en el día de “Inti-Raymi” (fiesta del Sol), u otra significativa y extensa línea que nos indica el solsticio del 21 de diciembre (4). Más aún, el doctor Guillermo Illescas Cook realizó sugerentes investigaciones sobre los posibles correlatos de las figuras, compartiendo una de las tesis sostenidas por Reiche, en el sentido de que algunas de ellas representarían las constelaciones del hemisferio sur (5). En cambio, Hans Horkheimer ha pensado que podrían estar destinadas a reuniones sagradas, ser representaciones de carácter genealógico y tener una finalidad coreográfica (6). En fecha más reciente, el cartógrafo húngaro Zoltán Zelkó ha formulado que los dibujos representan una red de poblaciones antiguas de los alrededores del Lago Titicaca, a una escala de 1:16 (7).

 

Dejaremos de lado la aventurada hipótesis de que constituirían “pistas astronáuticas utilizadas por los extraterrestres en tiempos inmemoriales” (8), como aseguran imaginativos autores que no tienen la menor idea de la delicada superficie y de los métodos empleados para su trazado, pero lo cierto es que las figuras aparecen de un modo u otro como señales indicadoras de algo, únicamente reconocibles de la altura. Quienes efectuaron esta enorme obra, parecen haber respetado reglas precisas para la confección de los dibujos. Desde el punto de vista constructivo, nos prueban que sus autores poseyeron una forma de pensamiento abstracto altamente desarrollada, requiriendo de un método geométrico de una complicación que ha permitido la singular regularidad y simetría de los trazos y una adecuada proporción entre sus elementos constitutivos, mostrando una planificación y método riguroso.

 

   

Transitar por las finas arenas, verlas desde el cielo, dan una impresión extraordinaria de la magna obra.

Foto © Roberto E. Banchs, archivo personal.

 

 

La acción práctica y religiosa

 

Después de haber reconocido el terreno a pie y efectuado sobrevuelos por la zona, luego de realizar numerosas entrevistas y profundizado largamente en el tema, nuestra conclusión es que estos geoglifos –que parecen haber sido ejecutados durante prolongado tiempo–, habrían cumplido una finalidad práctica y religiosa. Práctica, al permitir determinar a través de sus líneas la ubicación de los astros, indicadores a su vez de los períodos propicios para las tareas agrícolas. Religiosa, en tanto que el avance de las estaciones hacia una época de abundancia con la llegada del agua, era una acción divina y motivo de celebración. Las figuras se convertirían, así, en representaciones simbólicas (algunas simbolizando la fertilidad) para ser “contempladas” por sus deidades celestes y empleadas “participativamente” (conjunción entre hombres y dioses) como caminos ceremoniales, asegurando la eterna repetición de las estaciones y su posibilidad de supervivencia.

 

 

El misterio de las pampas se revela

 

La superficie de las pampas aparece cubierta de arenas y peñascos de color oscuro,  pardusco, debido a un proceso de oxidación por el rocío de la noche y el intenso calor del día. Removida unos centímetros esta capa, se encontrará un subsuelo blanco amarillento. Es este contraste, en realidad, el que permite la visión de los dibujos, que consisten precisamente en surcos de poca profundidad.

 

El autor observando desde lo alto el árido suelo de Nazca...

Foto © Roberto E. Banchs, archivo personal.

 

 

Los métodos con que estas culturas pre-incaicas hicieron con gran habilidad y dedicación de fe –que Reiche atribuye al período “clásico” nazca, primer milenio de nuestra era–  ha sido parcialmente desentrañado. Dotados de un conocimiento técnico asombroso, los gigantescos dibujos sugieren haber sido ampliados cartográficamente al tamaño en que allí aparecen. Para el trazado con regularidad, emplearon piedras como señales, que aún se conservan en medio de algunas líneas, o formando túmulos. Las grandes curvan fueron construidas de segmentos de círculo, cuyos centros se conocen por piedras de un tamaño a escala del radio correspondiente, muchas de ellas cortadas. En otros casos, como las espirales Arquímedes, fueron logradas magistralmente enrollando dos sogas de distinta longitud alrededor de tres postes, dispuestos en triángulo. A pesar, sus constructores debieron emplear herramientas e instrumentos que desconocemos. Por igual, tantos conocimientos que se han perdido en las honduras de los tiempos.

 

Figura de una espiral Arquímedes de unos 80 metros de diámetro.

Foto © Roberto E. Banchs, archivo personal.

 

 

 Otro de los interrogantes que se suscitan, es cómo las monumentales obras se han conservado durante cientos de años. Ello resulta, sin dudas, de las excepcionales condiciones climáticas y características del suelo: 1) Se ha calculado que en esas planicies llueve media hora cada dos años; 2) el viento, no encontrando obstáculos, desliza la arena fina hacia las dunas del norte; y, 3) un factor que también se opone a cambios en la superficie, es que el suelo contiene yeso (material aluviónico y de mar) que al entrar en contacto con el rocío, hace que las piedras queden ligeramente adheridas a su base.

 

 

Peligran los geoglifos

 

No obstante el tiempo transcurrido y señalar los motivos de su conservación, el futuro de esta reliquia arqueológica es incierto, a causa del paulatino deterioro producido por los visitantes –en particular, desde los años setenta–, atraídos por la difusión de las hipótesis cosmonáuticas. Sin embargo, otro factor importante es la creciente industrialización en la costa peruana, que va modificando este clima, que alguna vez fuera considerado el más seco del mundo.

 

A ese respecto, hemos propuesto la inmediata aplicación de medidas preventivas para salvaguardar la gran pizarra de arena: a) Un mayor y eficiente control (terrestre y aéreo) de los 500 km2 que conforman el área; b) la adecuada localización de industrias, represas y otros agentes que pudieran alterar artificialmente el clima de la región; y, c) la paciente obra de restauración y conservación de los trazados, mediante un compuesto de yeso y resinas, o similar.

 

Muchos enigmas mantiene todavía el silencioso desierto, quizá los más grandes y fascinantes misterios de aquellos pueblos, que cubrieron la imagen de aspecto lunar con figuras que sugieren –al igual que sus cerámicas y variadas ornamentas– el horror a un vacío que necesitó ser llenado. “Debemos tratar de penetrar en sus mentes y seguir su lucha por la perfección –exhorta M. Reiche–; tenemos que investigar cada detalle de esta escritura misteriosa y, a la manera del grafólogo, obtener información sobre carácter y facultades del que escribe”. Y así, como fue la madera y la fibra en la selva peruana, como ha sido en las serranías las estructuras de piedra para observar astros, fijar fechas y dar su mensaje, del mismo modo, las arenas y piedras de las pampas sirvieron a los pueblos de la costa para establecer esa comunión que plantea un insoslayable interrogante.

 

Finalmente, podemos agregar que en el Perú, geoglifos gigantes no sólo se hallan en Nazca-Palpa (Hoya del Río Grande y adyacencias), sino también en diversas zonas de la región occidental, tales como en los valles de Ica y en el norte de Lima (9). Sin embargo, son los geoglifos tratados el más importante conjunto en su género, mereciendo justificadamente una dilatada atención de los estudiosos científicos.

 

 

Una motivación universal

 

En el mismo sentido hacemos referencia a los hallazgos en Chile, como el que existe en el desierto de Tarapacá, de una figura de un hombre gigantesco con una corona estilizada, de unos 100 m. de longitud, demarcada en el suelo en piedra volcánica (10). Y a las figuras antropomorfas y zoomorfas del Valle de Azapa, cerca de Arica, trazadas en las lateras montañosas, mediante el apilamiento de rocas –que también visitamos–, siguiendo el camino de los antiguos habitantes.

 

El culto de la serpiente y del disco alado fue considerado de gran importancia en las Islas Británicas. Descubierto por Stukely en el siglo XVII, tenía el convencimiento de que sus mayores monumentos no se construyeron al azar, sino formando un enorme trazado que sólo era visible desde el aire. La forma de una gigantesca serpiente aparece en Inglaterra en lugares como Avebury y Callernish, y asimismo, en los montículos serpentiformes de Escocia y Ohio, en Estados Unidos.

 

Nótese que los animales, al menos en el simbolismo onírico, aluden a procesos instintivos que desempeñan un papel fundamental en la biología animal. El simbolismo de la serpiente está generalmente unido a la trascendencia (al igual que las aves de Nazca), porque era una tradicional criatura del mundo inferior y, por tanto, “mediadora” entre una y otra forma de vida (11).

 

Muchos de los mayores monumentos de la antigüedad –según John Michell–, se erigieron por tres motivos: primero, como instrumento para estudiar la naturaleza de los dioses y la configuración del Universo; segundo, como puntos de reunión mística-religiosa; y tercero, para ofrecer mediante su forma y disposición un mensaje visible y comprensible únicamente desde el cielo por sus dioses.

 

En Stonehenge, Inglaterra, estas tres finalidades parecen haberse alcanzado. El astrónomo británico Norman Lockyer ha insistido en que su recinto sagrado pudo haber sido un templo solar y un observatorio astronómico prehistórico, estimado en unos 4.000 años (12).

 

La práctica consistente en disponer grandes símbolos en el suelo de tal manera que sólo significasen algo visto desde lo alto, ha sido bastante frecuente en otras épocas, como si se tratase de experiencias “numinosas”, cambios cualitativos en la raíz de la conciencia, propiciadoras de rituales que se extendieron por el mundo durante prolongado tiempo. A partir de la consideración de esta hipótesis –se ha dicho con razón–, comienzan a adquirir significado, no sólo algunos productos de la arquitectura neolítica, sino los gigantescos diseños geométricos o zoomórficos observados en distintas partes del mundo, muchos de los cuales aún permanecen irreductibles a los intentos de explicación científica.

 

N. del E.: Este artículo condensa lo expuesto por el autor durante el “Primer Congreso Argentino de Astroarqueología”, realizado en la Ciudad de Buenos Aires, los días 4 y 5 de agosto de 1984.

 

 

Referencias:

 

1)     Kauffmann Doig, F. Manual de arqueología peruana. Peisa, Lima, p. 407. 7ma. Edición. Mayo 1980.

2)     Reiche, M. Secreto de la pampa. Edic. autor. Stuttgart. 2da. Edición, 1976.

3)     Hawkins, G. Más allá de Stonehenge. Diana. México. p. 89/124. Abril 1979.

4)     Las líneas de Nazca. Universo. Lima. p. 36-49/50; 1978.

5)     Illescas Cook, G. Astrónomos en el antiguo Perú. Kosmos, Lima, pp. 181/1882; noviembre 1976.

6)     Rossel Castro, A. Arqueología sur del Perú. Universo, Lima, p. 196; 1977.

7)     Rev. Tiempo y Rumbo. Buenos Aires, N° 0, p.13; agosto 1981.

8)     Aniceto Lugo, F. Naves y huellas extraterrestres. Cielosur, Buenos Aires, pp. 77/78; 1978.

9)     Kauffmann Doig, F. Manual... op.cit, p. 409.

10)  Rev. Cuarta Dimensión. Buenos Aires, N° 12, pp. 48/49; agosto 1974.

11)  Jung, C. Sobre cosas que se ven en el cielo. Sur, Buenos Aires, p. 89; 1961.

12)  Michell, J. Los platillos volantes y los dioses. Pomaire, Barcelona, pp. 211/218; 1968.

 

 

 

 

EL AUTOR es Arquitecto y Licenciado en Psicología. Postgraduado en Mediación, cursó la Maestría en Metodología de la Investigación y obtuvo el Doctorado en Psicología Social. Docente Adscripto e Investigador en la Universidad de Belgrano; y Profesor Asociado del Dpto. de Antropología en la Universidad J.F. Kennedy. En el campo de la Ufología, impone la aplicación de métodos y técnicas científicas, y focaliza su interés en el estudio analítico y contextual de las experiencias inusuales, haciendo hincapié en lo que éstas revelan sobre el psiquismo y la conducta humana.

 

 

 

© Roberto E. Banchs, 1984, 2014 – Todos los derechos reservados

Publicado con autorización expresa del autor

 

Prohibida su reproducción sin permiso del autor.