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¿Una reliquia de otro
tiempo?
Sin duda el éxito de la cuarta película del aventurero más
famoso de todos los tiempos, Indiana Jones y el Reino de
la Calavera de Cristal (2008), hizo que de nuevo todas
las miradas se dirigieran hacia las enigmáticas tallas de
cristal de cuarzo que exhiben varios museos del mundo, y en
las que se basa el film de Steven Spielberg. Aunque no se
puede negar que el asunto de los cráneos de cristal siempre
ha estado presente en tertulias, reportajes y documentales
dedicados a las incógnitas de la antigüedad, siendo
considerado uno de los OOPARTS (Objeto fuera de tiempo) más
importantes que existen.
Rodeadas de un fascinante halo de misterio, miles de páginas
se han escrito intentando esclarecer la procedencia y
finalidad de las intrigantes tallas, halladas supuestamente
en yacimientos arqueológicos sudamericanos. Algunas de las
piezas más importantes se exponen en museos de Francia, Gran
Bretaña y Estados Unidos, pero sin aportar mayor
información. Pese a todo lo dicho, realmente poco se sabe
sobre el origen de las calaveras cristalinas, y no pocas
voces se han mostrado discrepantes con las fabulosas piezas
adjudicadas a la cultura precolombina. Sin duda, la más
conocida de éstas polémicas reliquias es la denominada como
la "Calavera del Destino”, "Calavera de la Muerte" o la
"Calavera de Mitchell-Hedges que posee una historia digna de
película...

Mitchell-Hegdes era un personaje extravagante, viajero,
explorador e
incluso se dijo que fue un espía al servicio de su Graciosa
Majestad...
Polémico hallazgo en Lubaantún
Frederick A. Mitchell-Hedges era un viajero y aventurero
inglés que siempre andaba ávido de nuevas sensaciones y
descubrimientos con los que enaltecer su figura como
renombrado explorador, lo que le había otorgado gran
popularidad en su país natal. Después de recorrer medio
mundo, envuelto en mil empresas, a cuál más dispar, a
principios de los años 20 se hallaba en un paraje singular,
los bosques tropicales de Belice (Honduras). Desde 1924
hasta 1927 estuvo explorando la antigua colonia británica
rescatando ruinas de la selva, aunque según muchos
detractores sus investigaciones más bien parecían "saqueos",
ya que no llevaba ningún tipo de control o registros sobre
sus excavaciones y descubrimientos. Sus teorías, como no
podían ser de otra manera, también se alejaban del paradigma
científico establecido, pues estaba convencido de poder
hallar en aquella zona pruebas de la existencia de la
Atlántida de la que era un fervoroso creyente.
En la ruinas de una ciudad fantasma, denominada como
Lubaantún (Lugar de las Piedras Caídas), la hija adoptiva
del arqueólogo, que le acompañaba en la nueva aventura ,
Anna Mitchell-Hedges, fue la protagonista el 1 de enero de
1924 de un singular hallazgo cuyos ecos aún no se han
apagado. Ella misma ha narrado en diversas ocasiones cómo se
produjo el encuentro con la "Calavera del Destino":
"durante días veíamos algo entre las piedras al recibir los
reflejos del sol y no descansamos hasta hacer accesible
aquel lugar. Fui yo quién lo rescató, porque mis manos eran
más pequeñas que las de los demás, y se lo enseñé a mi
padre. Él se resistía a creer en el descubrimiento de aquel
cráneo de cristal..." Tras excavar en la zona, los
componentes de la expedición no podía dar crédito a su
"casual" hallazgo en aquel pequeño recoveco en el que había
descendido Anna y donde además encontraron abundantes piezas
de jade y cerámica. Ante los ojos de la joven apareció
impecable, una perfecta réplica de un cráneo humano
elaborado en cristal de roca. En las manos de un nervioso
Mitchell-Hedges, el médico y experto en cultura maya, el
profesor Thomas Gann, examinó cuidadosamente la calavera. Se
trataba de una "escultura" de 12´7 cm de altura y unos 5
kilos de peso realizada en una sola pieza, con el detalle de
la mandíbula articulada (según la versión más extendida, en
un principio apareció el cráneo, encontrándose la mandíbula
a los 3 meses y a unos metros del primer hallazgo). El
tallado y pulido del cráneo era sencillamente magistral,
inexplicable. No existía ni el más mínimo vestigio en la
brillante superficie (arañazos, marcas, surcos, etc.) que
pudieran indicar los materiales o utensilios utilizados para
tallar semejante prodigio de la "joyería". Según las
primeras apreciaciones, la calavera de cristal se dató entre
el 1300 y 1400 D.C., adjudicándolo a la época azteca. Sin
embargo, esto parecía contradecir a los indígenas de la
zona, que tras ser entrevistados por el propio
Mitchell-Hedges, afirmaban que el cráneo tenía, según sus
pretéritas tradiciones, una antigüedad de al menos 3600 años
y que representaba al mal. Posteriormente surgió la leyenda
de que existirían 13 calaveras de cristal que solo al
reunirlas desvelarían su trascendental secreto... Para el
aventurero inglés aquello podría ser lo que tanto anhelaba,
un vestigio de la Atlántida...

La extraordinaria perfección de la calavera de cristal de
Mitchell-Hedges lleva décadas custodiando su secreto.
Con el transcurrir de los años, sobre todo desde que pasó a
ser propiedad de la hija de Hedges, tras su muerte (1959),
la extraña calavera de cristal arrebatada a la jungla
comenzó a tener una fama internacional sin precedentes.
Entre algunas de las fabulosas afirmaciones que acompañaban
a la talla, se decía que podía provocar la muerte a
distancia, predecir catástrofes, e incluso se retomaba los
argumentos del explorador inglés asegurando que era un
objeto sagrado de la antigua Atlántida, utilizada en
olvidados rituales por los sumos sacerdotes. Por no hablar
de los supuestos fenómenos paranormales que se producen en
los alrededores del cráneo, desde extraños ruidos hasta la
aparición de luces e imágenes del pasado como atestiguó el
restaurador Frank Dorland, que durante algún tiempo realizó
todo tipo de experimentos con la calavera, llegando a
descubrir unos "puntos de apoyo" en la base de la talla que
permitían que ésta fuera erigida y se moviera como si
tuviera "vida propia". También hubo quien se apresuró a
garantizar que el "cráneo del destino" era en realidad de
procedencia extraterrestre y que su manufactura era
imposible de realizar por manos humanas. Pero no todos
creyeron a pies juntillas el fantástico relato del
descubrimiento....

Objeto de documentales y centenares de reportajes, la
denominada Calavera del Destino
ha sido protagonista durante años de encontrados debates
sobre su autenticidad.
Sin embargo hasta la fecha no se ha podido determinar con
exactitud su origen.
Desvelando el misterio
Existían varias lagunas sobre el hallazgo que hacían
sospechar sobre un posible montaje por parte del
sensacionalista explorador. No existían fotografías ni
documento alguno que avalara el hallazgo del cráneo en el
paraje de Lubaantún, ni siquiera que la hija del explorador
estuviera en el lugar. Y sobre todo, lo que más hace recelar
a los escépticos es que el cráneo se conociera públicamente
mucho tiempo después de su descubrimiento, y no precisamente
a través de Mitchell-Hedges, sino en la páginas de una
revista de antropología inglesa llamada Man (Royal
Anthropological Institute of Great Britain and Ireland,
1936), señalándose como dueño al Sr. Burney, y donde se
refleja un estudio comparativo de dicho cráneo con otro
perteneciente al Museo Británico desde 1897. Y para mayor
controversia, la "Calavera del Destino" apareció en el
folleto de una casa de subastas en 1943, donde fue adquirida
por el famoso explorador antes de celebrarse ninguna puja
por 400 libras (algunas fuentes indican que el British
Museum ofreció 350 libras). Además, quienes dudan que el
cráneo de cristal de cuarzo pertenece a un emplazamiento
arqueológico maya, afirman que les parece muy incomprensible
que en la biografía del aventurero inglés (Danger My Ally.
1954), tan dado a vanagloriarse de sus hazañas y periplos,
que incluso aseguraba ser espía de su Graciosa Majestad,
apenas había dedicado algunas líneas a la célebre talla pero
sin indicar ni dónde ni cómo la consiguió. "La Calavera
del Destino -decía Hedges- es de cristal de roca puro
y, según los científicos, hacerla debió llevar unos 150
años, generación tras generación, trabajando todos los días
de sus vidas, frotando con arena una inmenso bloque de
cristal de roca hasta que finalmente emergió el cráneo
perfecto. Tiene al menos 3.600 años y, de acuerdo con la
leyenda, el gran sacerdote de los mayas la utilizaba en la
celebración de ritos esotéricos. Dicen que, cuando invocaba
a la muerte con la ayuda de la calavera, la muerte siempre
acudía. Se la considera la encarnación de todo mal. No deseo
probar ni explicar este fenómeno". Aunque en el mismo
libro Hedges admite que tras perder un juicio por calumnias
contra el periódico Daily Express en 1928 sucedieron unos
acontecimientos funestos: "Salí de la corte con mi mente
en un remolino. Se me había aprobado como mentiroso cuando
estaba diciendo la solemne verdad. Mi pequeña reputación
había sido aplastada; muchos de mis llamados amigos no me
conocían más, y mi fe en la justicia británica y en los
métodos de la ley había recibido un golpe de cual – seré
franco – nunca se ha recuperado". "Estaba mentalmente
aletargado. Incluso hoy el recuerdo tiene el poder de
batirme profundamente. Y no obstante… al final de cuentas,
¿qué importa? Actualmente casi todas las personas que
tomaron parte en la acción están muertas. El jefe instigador
del Daily Express murió miserablemente; el juez está muerto;
Sir Patrick Hastings está muerto; dos de sus otros testigos
también están muertos. Solamente dos de ellos que estaban
activos en contra mía aún están viviendo".

La aparición de la calavera de Mitchell-Hedges en las
páginas de la revista MAN (1936),
y la ausencia de datos que hicieran pensar que pertenecía al
explorador ingles no hacían
sino arrojar mayor incertidumbre a la historia del supuesto
descubrimiento en Lubaantún.
Pese a todos los datos en contra, los defensores de la
historia de la calavera, afirman que si Hedges ocultó la
existencia de la talla, hasta prácticamente la década de los
50 fue para no entregarla a los "patrocinadores" de su
expedición. ¿Pero cómo podía explicarse que la calavera
estuviera en posesión de otra persona y que saliera incluso
en subasta?, ¿compró Mitchell-Hedges la talla e inventó toda
la trama de su descubrimiento? Anna mucho tiempo después
explicó que su padre entregó, a modo de "empeño", el cráneo
a un amigo de toda la vida" llamado Sidney Burney con la
intención de recuperarla más tarde, como así hizo. Quienes
conocían a Hedges siempre comentaron que el aventurero se
negó a contar como llegó, verdaderamente, la "Calavera de la
Muerte" a sus manos. Así lo dejaba escrito en su
extravagante biografía: "Tengo mis razones para no
revelar cómo entró en mi posesión"...

Fotografía de la Calavera de la Muerte que aparece en el
libro de Hegdes.
Resulta cuanto menos extraño que no se recogieran muchos
datos en la biografía
del explorador sobre su procedencia, y mucho más que solo le
dedicara unas líneas.
Más cráneos... más interrogantes
El British Museum de Londres y el Museé Quai Branly de Paris
(primero lo custodió el Musèe de El Homme), poseen desde
finales del Siglo XIX, dos cráneos de cristal de cuarzo que
también han sido objeto de encendidas y acaloradas polémicas
sobre su autenticidad. Posteriormente el Smithsonian de
Washington, se añadió a los museos que tenían en su catálogo
un cráneo vítreo cuando recibió en un paquete anónimo una
calavera de cristal (la mayor de todas, 25´5 cm de altura),
que al parecer había sido comprada en México en el año 1960
(algunas fuentes citan como su primer dueño al político
mexicano Porfírio Díaz). Para ser exactos el Smithsonian
compró ya en 1886 una pequeña calavera de cristal de 3´7 cm
de altura, con un orificio vertical que desapareció de sus
estanterías en 1973. Se exponía como una falsificación, ya
que se creía que era una bola de cuarzo de ornamentación
(por tanto la perforación que lo atravesaba por completo
sería original), que fue re-esculpida en el Siglo XIX
dándole aspecto de calavera. No siendo al parecer la única
pieza de este tipo existente.
Aunque durante muchos años nadie dudó que los cráneos
podrían ser restos de las civilizaciones centroamericanas, y
de hecho así se reflejaban en sus respectivas vitrinas, la
no aparición de más calaveras u objetos ceremoniales
semejantes en yacimientos arqueológicos, elevaron las
interrogantes de los expertos. Sobre todo, la poca
documentación fidedigna sobre el origen de las tallas era lo
que más hacía recelar a los estudiosos, comprada a terceros
con pocas referencias en el caso de las instituciones
británicas y francesas, remitente desconocido en el caso
norteamericano y la excéntrica historia de Frederick A.
Mitchell-Hedges en el caso de la calavera del destino, no
hacían sino predecir una futura re investigación de los
cráneos cuando las nuevas tecnología pudieran arrojar luz al
enigma...

El cráneo expuesto en el Museo Británico tampoco ha podido
librarse de la polémica que envuelve este tipo reliquias de
cristal.
Los primeros análisis
Movido por la creciente curiosidad hacia la calavera
propiedad de Anna, en los años 70, la compañía de alta
tecnología Hewlett-Packard, sometió a la pieza a diversos
análisis, concluyendo que no se apreciaban marcas de
herramientas en la misma que pudieran indicar como se había
elaborado. La calavera y la mandíbula pertenecían al mismo
bloque de cristal de cuarzo. El cristal de cuarzo tiene una
dureza 7 en la escala de Mohs y muy pocos materiales, como
el diamante, es capaz de labrarlo. Los analistas de H-P
determinaron que, aproximadamente, se hubieran necesitado
300 años de trabajo continuado para elaborar el cráneo. Lo
que hubiera supuesto que, al menos, 10 generaciones de una
misma familia de "artesanos", se dedicaran exclusivamente al
tallado y pulido de la insólita calavera mediante erosiones
con arena u otros elementos. Aunque advirtieran en su
informe que algunas partes del cráneo pudieron realizarse
con ayuda de una máquina. Un trabajador de H-P que trabajó
en el estudio comentaba que para duplicar el cráneo
necesitaba un año y 100.000 dólares. Lamentablemente al no
poder aplicar la técnica del Carbono 14 no se pudo fijar
ninguna antigüedad a la talla.

La calavera "francesa" posee un
orificio vertical que la atraviesa.
Pero sin embargo, fueron los análisis de las otras calaveras
las que determinaron el destino de todas ellas. El
Smithsonian, en las investigaciones realizadas con su
"cráneo anónimo" valiéndose de las más modernas técnicas,
hallaron restos de carburo silicio (9,5 escala Mohs), un
abrasivo moderno empleado desde de la década de los
cincuenta, que debieron utilizar las personas que cincelaron
el cráneo con la ayuda de una "muela". Por tanto las
pesquisas apuntaban, al igual que con la pieza de Hedges,
que ésta no se había realizado con métodos manuales de la
época precolombina. Tiempo después, estudios similares
realizados a la calavera francesa, de unos 10 cm de alto,
que posee una perforación que la atraviesa verticalmente,
detectaron restos de abrasión mecánica que evidenciaban
antes los ojos de los expertos que la talla era
relativamente reciente. Incluso hallaron unas "muestras de
agua" que podían datar a la talla como perteneciente al
siglo XIX. La siguiente en caer fue la calavera inglesa, de
unos 15 cm de altura, cuyo cuarzo fue identificado como de
una veta procedente de dos lugares muy distantes de
Centroamérica, Madagascar o Brasil, siendo el primero el
origen más probable. Los principales yacimientos de cristal
de cuarzo a principios del siglo XIX se hallaban en
Alemania, situados junto a Idar-Oberstein, una ciudad de
grandes artistas joyeros de la que nos ocuparemos más
adelante, después se descubrieron enormes filones en Brasil
, Madagascar y en Uruguay .
En el año 2004, el profesor Ian Freestone, de la Universidad
de Gales en Cardiff, examinó el "cráneo británico" y llegó a
la conclusión de que sus cortes y pulidos habían sido
producidos por una herramienta de ruedas que no podía
pertenecer a los aztecas, ya que estos artilugios fueron
introducidos por los europeos.
El mito de las calaveras de cristal parecía desmoronarse y
todo apuntaba a un gran fiasco. De hecho los defensores de
que todo el asunto de los cráneos era un montaje moderno,
comprobaron que la procedencia de las dos tallas de los
museos europeos era el mismo. El controvertido anticuario
Eugene Boban, que durante algunos años tuvo una tienda en
México y se dedicó al comercio de piezas precolombinas entre
1860 y 1890, era poseedor de las dos calaveras que
posteriormente acabaron expuestas en los museos británico y
francés (algunos autores manifiestan que Boban tenía en su
poder 3 cráneos de cristal). Las mismas fuentes argumentan
que las piezas fueron elaboradas en un pequeño pueblo alemán
de grandes artesanos a finales del Siglo XIX, y que el
ingenio de Boban hizo el resto para adjudicarlas a un
yacimiento arqueológico centroamericano. Asimismo se supo
que el Museo Nacional de México no quiso comprar el cráneo
ofrecido por el anticuario galo, y que posteriormente, tras
pasar por varias manos, la célebre joyería Tiffany la vendió
al museo británico en 1897 por unas 120 libras. Antes de
este evento, tras establecerse en su país natal en 1860,
Eugene Boban consiguió vender un cráneo al museo francés en
1878.
Todas estas "evidencias" representaron un duro golpe para la
credibilidad de las tallas. La mayoría de los especialistas
consultados estaban seguros de los resultados delatados por
las nuevas técnicas de vanguardias, creyendo a pies
juntillas que los gerentes de los distintos museos habían
sido engañados y por ende todo aquel que había creído que
los cráneos de cristal pertenecían a los aztecas o los
mayas. Pero aún quedaba por analizar en profundidad el
considerado cráneo más perfecto de todos, la "Calavera de la
Muerte". ¿Acabaría corriendo la misma suerte de sus
"hermanos" de cristal?..

Los expertos están convencidos que la talla que custodia el
Smithsonian es
falsa y de manufactura contemporánea, al igual que el resto
de cráneos de cristal.
¿Son falsos los cráneos de cristal?
En 2008 y auspiciado por el éxito del film de Indiana Jones
y el Reino de la Calavera de Cristal, el canal de televisión
National Geographic decidió realizar un exhaustivo reportaje
sobre la talla de Mitchell-Hedges y llegar hasta el fondo de
la cuestión. Tras el fallecimiento de Anna (2007), el
propietario del cráneo era Bill Homann que gustosamente se
prestó a que le realizaran cuantas pruebas fueran necesarias
para demostrar de una vez por todas si era una reliquia
arqueológica antiquísima. Con unos despliegues nunca vistos
antes, la "Calavera de la Muerte" fue examinada
detenidamente utilizando, entre otros medios, un potente
microscopio electrónico. Así se ratificó los primeros
exámenes efectuados por H-P en los años setenta, que
determinaban que el cráneo no poseía ninguna marca de
herramienta que evidenciara cómo se había efectuado, lo que
en sí mismo representa una buena incógnita. No obstante, los
expertos consultados por National Geographic, en el
reportaje titulado "La Leyenda de la Calavera de Cristal",
relataron que para confeccionar la talla se había utilizado
"pasta de diamantes para los cortes" y que probablemente
fuera de finales del Siglo XIX, utilizándose para su
ejecución "instrumentos mecanizados como por ejemplo los
utensilios de un dentista". Aunque a medida que avanza el
documental los mismos especialistas reconocen,
contradiciendo su anterior aserción, que el cráneo de
Mitchell-Hedges, pudiera haberse elaborado a partir de 1930,
afirmando en todo momento que se trata de un fraude
arqueológico. Por otro lado, en el documental hacen hincapié
en la poca credibilidad que otorgan al relato del explorador
inglés que a su vez, todo hay que decirlo, no aportó, en su
día, ninguna documentación para aclarar el asunto. A favor
de esta tesis hay que indicar que la versión del hallazgo no
se ha mantenido homogénea a lo largo de los años y ha
sufrido algunas variaciones, por lo que es certero sospechar
que el supuesto descubrimiento de Lubaantún pueda ser una
farsa. Otra de las hipótesis barajadas es que
Mitchell-Hedges comprara la calavera de cristal para
regalársela a Anna el día de su 17 cumpleaños, justamente
cuando fue encontrada.

Eugene Boban, anticuario francés por cuyas manos pasaron
miles de piezas
arqueológicas de Centroamérica, es señalado como uno de los
perpetradores
del fraude de las calaveras de Cristal. De hecho fue
poseedor de tres de
ellas, dos de las cuales acabaron en vitrinas de museos
europeos.
Pero si analizamos en profundidad todo lo expuesto por los
científicos consultados por el conocido canal televisivo nos
daremos cuenta de algunos errores de bulto, que, quizás,
pretendan enmascarar un resultado aventurado. O al menos se
puede comprobar que no realizaron todas las gestiones
oportunas para esclarecer definitivamente el enigma, dejando
de lado algunas cuestiones básicas y lógicas en un estudio
como el que se pretendía realizar. Para empezar no deja de
ser curioso que en ningún momento del reportaje concreten
como se ha podido realizar la talla de manera tan perfecta.
Es más, no exponen siquiera una teoría fundamentada y
detallada sobre el autor y origen de la pieza, limitándose
vagamente a hablar de herramientas de muela e instrumentos
de dentista .No realizan, ni siquiera en plan teórico, una
réplica de la calavera para demostrar cómo pudo realizarse
en las fechas estimadas por los especialistas del reportaje.
E incluso, sería muy interesante que duplicaran la "Calavera
de la Muerte" con la ayuda de nuestra avanzada tecnología de
tallado. No averiguan, o al menos no queda claro del todo,
la procedencia del cuarzo que compone el cráneo cuando sin
embargo celebran que la talla británica pertenece a un
yacimiento de Madagascar. No exponen la opinión de expertos
y joyeros que podrían determinar al menos una fecha
aproximada de ejecución para la talla, analizando el aspecto
y pulido de la misma y valorando qué tipo de herramientas
debieron utilizar los artesanos. Se echan muy en falta las
aplicaciones informáticas en la ejecución de todo el
reporte, puesto que no efectúan un escaneo en tres
dimensiones del cráneo para comprobar la perfección y
ejecución del acabado (una técnica similar fue utilizada
para constatar la esfericidad de las grandes esferas rocosas
de Costa Rica). Y para terminar, no se concluye la tarea
emprendida en 1936 por el antropólogo G. M. Morant que
argumentaba que la calavera de Mitchell-Hedges (llamada
entonces de Burney) y el "cráneo británico" tenían puntos en
común y probablemente el segundo fuera una copia del
primero. Aunque fue un artículo discutido, poco reconocido e
incluso erróneo en algunas apreciaciones, no estaría mal que
a la luz de las nuevas tecnologías se emprendiera una
comprobación de dicha tesis que no deja de ser sugerente. Es
muy extraño que dentro de un reportaje destinado a
desentrañar los misterios de la "Calavera del Destino" se
hayan suprimido todos estos puntos vitales para determinar
la naturaleza y origen del cráneo. Aunque no son los únicos
puntos oscuros en la investigación emprendida por el citado
canal. Se sabe a ciencia cierta, por los registros
existentes, que las tallas del Bristish Museum y del Museé
Quai Branly son de finales del Siglo XIX, por tanto habría
que clarificar quién estaba en disposición de elaborar, y
con que propósito, las calaveras de cristal en esas fechas y
si era posible manufacturarlas. En el caso del cráneo de
Hedges, se toma como fecha de antigüedad, no la del
hallazgo, puesto que no hay documentación al respecto, sino
la de la aparición en la revista Man en 1936. ¿Era
posible realizar esta talla a mediados de los años treinta?
Los análisis de Hewlett-Packard y de National Geographic han
coincidido en que no existen ningún tipo de marcas, señales
ni ralladuras que puedan determinar cómo se han ejecutado
los cortes o pulido de la pieza y la opinión unánime de los
especialistas coinciden al señalar que el cráneo es una obra
maestra de la joyería. Aunque hayan hablado de "pasta de
diamantes para los cortes" es una simple suposición y no una
certeza como han pretendido hacer creer al desprevenido
televidente. En lo único que se basan para afirmar que son
tallas recientes, sobre todo en el caso que ilustraban
especialmente, el de la calavera de Mitchell-Hedges, es que
no se ha podido realizar en fechas remotas, ya que afirman
haber encontrado marcas de herramientas modernas. A este
respecto el especialista Michael D. Coe, de la Universidad
de Yale (Connecticut, USA) aseguraba que "el hallazgo
(en los cráneos) de marcas de ruedas (de maquinaria)
no son pruebas de que los cráneos son modernos”. Tampoco
tiene explicación lógica que la fecha de la elaboración de
la talla, supuestamente hallada en Lubaantún, se vaya
adelantando hasta prácticamente hacerla coincidir con la
época de su presentación en sociedad en las páginas de una
revista de divulgación científica a mediados de los años
treinta. Datación muy "sui generis" que aplican a todos los
cráneos y que realmente no necesita de tanta investigación y
encuesta, puesto que podría resumirse como; fecha de
aparición pública de la calavera, fecha de elaboración. Hay
que recordar que desde 1878 el museo de Francia exhibe su
pieza y se decía que Eugene Boban tenía 3 calaveras en su
poder antes de esa fecha. Y hay que reseñar que el
anticuario francés durante su estancia en México se mostró
siempre enemigo de las falsificaciones arqueológicas como
denunció en un periódico local en 1881. Tampoco se recuerdan
las palabras de Allan Jobbins un experto en piezas de
joyería del Museum British que analizó la "Calavera del
Destino" para un documental de Arthur C. Clark en la década
de los setenta, aseverando que, aunque creía que era un
trabajo posterior a 1700: "no hay evidencias de que se
haya usado herramienta metálica, no hay evidencia positiva
(…) pero podía haberse disfrazado hábilmente (...) Es una
obra hábil y muy sofisticada. Si fue realizado por personas
primitivas es asombroso porque el nivel de tallado a mano es
de primerísima calidad (...)". También añadió que
incluso con el auxilio de las técnicas contemporáneas se
debió necesitar mucho tiempo para su tallado. Jobbins,
siendo honesto pese a su gran escepticismo, admitía que le
era imposible determinar el origen del cráneo.
Por contra, la información que ofrece el canal National
Geographic en Internet sobre su producción televisiva es
contradictoria con lo que podemos ver en las pantallas:
"de la mano de especialistas, seremos testigos privilegiados
del proceso de identificación de las piezas, un análisis
llevado a cabo por verdaderos expertos, que aporta la
conclusión definitiva sobre el origen de las calaveras
confirmando una sospecha largamente acariciada: No se trata
de objetos de arte precolombino ni de ningún tipo de restos
arqueológicos. En realidad, los cráneos se fabricaron en
Europa en el siglo XIX, utilizando diferentes tipos de
manufacturas relacionadas con las que suelen emplearse en
joyería". Nada de esto aparece en el documental puesto
que no interviene ningún joyero ni se muestra ninguna talla
similar y muchísimo menos se certifica que todas las
calaveras son de finales del siglo XIX. Incluyendo que la
autoría europea tampoco queda clara ni señalada ya que se
habla genéricamente de Francia y Alemania como posibles
orígenes.
Por tanto, las conclusiones de los especialistas denotan que
los cráneos no pertenecen a ninguna cultura precolombina,
pero, por el momento, se desconoce por completo la autoría
de los mismos. Parece que los expertos de National
Geographic, en contra de lo que pueda suponerse tienen aún
muchas piezas sueltas en su particular rompecabezas.
Evidentemente, la ausencia de mayor documentación sobre la
procedencia exacta de los cráneos y la carencia de datos
contrastados de las expediciones que los descubrieron
arrojan mucha incertidumbre al asunto. Es significativo que
los cráneos de cristal existentes en el mundo, incluido el
de Mitchell-Hedges carezcan de pasado "contrastable"
académicamente, y no exista ni la más mínima posibilidad de
comprobar que proceden de una excavación arqueológica. La
desconfianza está muy justificada, pero ello no es motivo ni
razón para que no se realicen los estudios y análisis
correspondientes que verifiquen sin lugar a dudas la
verdadera naturaleza y origen del denominado "Cráneo de la
Muerte", que a juicio de todos los profesionales es el de
mayor importancia. Aunque su procedencia pueda estar lejos
de Centroamérica, su sola presencia justifica que se intente
esclarecer con mayor exactitud quién pudo realizar la talla.
La extraordinaria perfección y belleza de calavera
"descubierta" o más probablemente "comprada" por
Mitchell-Hedges bien merece el esfuerzo.

Cráneo de cristal realizado en 1996 por Georg Brandt,
convencido que todas
las tallas existentes en el mundo han sido realizadas por
joyeros modernos.
La calavera pesa 1600 gramos y el cuarzo pertenece a un
yacimiento
de Madagascar (África). Esta valorado en 10.000 dólares.
Quizás la teoría más plausible y que debería investigarse en
profundidad, sería la de los joyeros alemanes, que podría
explicar el origen de los cráneos de cristal. Algunos
estudiosos señalan como autores de las tallas a los
artesanos de la ciudad Idar-Oberstein, en el sur de
Alemania, que utilizaban para sus creaciones, antes de las
importaciones, cuarzo de los Alpes suizos, e incluso se
atreven a dar una posible fecha de elaboración de las
calaveras entre los años 1867 y 1886. En Idar-Oberstein
desde el siglo XVI se dedican a la alta joyería y muchas de
sus obras de arte se comercializaban sin señalar a sus
autores, por lo que podría explicarse la poca información
existente sobre los cráneos y sus talladores. Un artista
contemporáneo de la citada localidad germana, Georg Brandt,
está plenamente convencido de que las calaveras que exponen
los museos fueron realizados por sus antecesores. Por ello
en 1996 se embarcó en la realización de una calavera de
cristal de cuarzo a tamaño natural, que logró reproducir con
gran perfección, con ayuda de ruedas de madera, polvo de
diamantes e instrumental de dentista... pero ¿era posible
esto hace 72 años?, ¿qué resultaría de comparar ambas
calaveras? No deja de ser curioso que el documental "La
Leyenda de la Calavera de Cristal" concluya con una frase
paradójica que rompe el eje fundamental de la investigación;
¿quién las fabricó y por qué?... sigue siendo un misterio.
EL AUTOR
ha publicado más de 100 artículos de investigación sobre
OVNIS, criptozoología, arqueología y otras cuestiones
relacionadas con lo heterodoxo. Actualmente colabora en la
Revista ENIGMAS y otros medios: Prensa/Radio/Televisión.
©
José Antonio Caravaca, 2008 – Todos los derechos reservados
Publicado con autorización expresa del autor
Prohibida su reproducción sin permiso del autor.
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