En un momento dado, la población maya se
extendió por una región que incluía partes de México,
Guatemala y Honduras, con sus grandes centros ceremoniales
como Palenque, Chichen Itza, Tikal y Copán. Hoy, esos
cautivantes lugares son visitados anualmente por un torrente
de turistas de todas partes del mundo. Menos conocido es el
hecho de que Belice, la anterior Honduras británica,
también tiene algunas ciudades mayas muy interesantes a las
que a menudo sólo puede llegarse por medio de algunas
expediciones bastante arriesgadas.
A 135 km (84 millas) al sudoeste de la
Ciudad de Belice, la vieja capital británico-hondureña de la
costa caribeña, que hoy es más o menos un lugar comercial
secreto para las drogas sudamericanas, se encuentra el único
sitio parcialmente excavado de Xunantunich. No lejos de la
frontera guatemalteca, una vieja y desvencijada barca de
madera lleva a los viajeros a la ribera norte del río de
Belice, cubierta con la vegetación de la selva. Desde allí,
un polvoriento sendero de la selva lleno de amenazantes
baches y abarrotado de espesa vegetación, serpentea a lo
largo del antiguo emplazamiento. Este viaje no está exento
de peligros: se sabe que tienen lugar allí frecuentes
emboscadas de los guerrilleros guatemaltecos.
Allí, donde una empinada cadena montañosa
se eleva sobre la selva majestuosa, una pirámide de 42 m
(138 pies) de alto, llamada El Castillo, corona el paisaje.
Alrededor de esta construcción, posiblemente la segunda más
alta de Belice, estaban agrupadas las moradas de los
gobernantes y miembros de las nobles familias mayas, una
cancha de pelota, y varias estelas talladas del período
clásico maya. La ciudad era un centro regional importante
debido a su ubicación en la ruta directa desde Tikal a la
costa caribeña y por las oportunidades agrícolas
proporcionadas mediante la creación de terrazas a lo largo
de las pendientes sobre el río (1).
Visible desde lejos, en la cima de la
pirámide principal de la ciudad, el antiguo dios del sol
mira su reino allá abajo. Este gigantesco relieve de estuco
está rodeado de símbolos cósmicos (motivos del Sol, la Luna
y Venus) (2). La cara del friso astronómico es
llamada la “Máscara del Dios Sol”. Sin embargo, una
comparación visual lo inclina a uno a recordar el casco de
un astronauta con un artefacto parecido a un micrófono a la
altura de su boca.
Foto izq. Johannes y Peter Fiebag - Foto der. NASA
El término “máscara” es realmente
bastante engañoso a este respecto (3). Ha habido
algunos científicos que han llegado a sugerir que los mayas
nunca tuvieron dioses, sino sólo máscaras para los bailes,
disfraces por así decirlo, que en aquel entonces también
representaban en piedra. Por suerte, esta teoría apenas
tiene algunos seguidores por estos días. Por otro lado, se
ha demostrado convincentemente que, por ejemplo en El Seibal
y Yaxchilan, gobernantes (como “Pájaro Jaguar”) vestían
“trajes divinos”, o más bien se pintaban ellos mismos, para
demostrar su íntima conexión con una deidad (4).
El antiguo estudioso americano N.
Hellmuth escribe: “Una persona lleva la máscara de un
dios…La máscara se ve como un “atajo” hacia la deidad…”
(3) “Al parecer, cada vestimenta tiene su propia
imagen teológica, un tipo de “modelo” original. Un ser
sobrenatural existe detrás de ciertos trajes.”
¿Qué tipo de misteriosos “trajes de dios”
y “máscaras” se presentaban al pueblo aquí? ¿Por qué se
habían vuelto una tradición entre los Itza-maya, como está
escrito en el Chilam Balam de Tizimin, hasta incluso
ponerlos en un desfile especial que honraba explícitamente
estas “Caras de los dioses?” ¿Por qué estas máscaras
representaban un aspecto de la divinidad para el Itza?
Obviamente, estamos tratando aquí con
“símbolos”. ¿Pero símbolos para qué? Sabemos del
fenómeno del Culto – Cargo (5) donde extensos
estudios científicos han demostrado la tendencia de la gente
de una cultura pre-tecnológica a imitar la tecnología
moderna. “Los dioses” (en la mayoría de los casos de Culto -
Cargo son europeos o americanos) son imitados de maneras
bastante simples, como: su apariencia, el modo en que ellos
se comportan, y muchos de sus actos. Haciéndolo, los
sacerdotes y gobernantes creen que se convertirán en algo
parecido a un dios y así serán aceptados como tal por su
pueblo.
Si suponemos que los artistas y
sacerdotes mayas hubieron visto en efecto inteligencias
extraterrestres en trajes espaciales, queda claro por qué la
“vestimenta del dios” simbolizaba a los “dioses” mismos, o
por qué aquellos que las llevaron creyeron que ellos mismos
se volverían divinos. Además, sabríamos cuál fue el modelo
“teológico” que inspiró estos trajes y máscaras. Entonces
también se hace muy claro que no se trataba de algún oscuro
ser “sobrenatural”, sino que se estaba representando a un
extraterrestre, y por qué se puso tanto énfasis en la
máscara de la cara semejante a una escafandra.
También la dimensión cósmica que se da a
entender con las reliquias de arcilla y piedra del período
maya tienen ahora sentido de manera lógica. El “dios del
sol”, como se lo representó en Xunantunich, concretamente
como Dios del Universo (6), cobra ahora
sentido realmente. Por ejemplo, conocemos las
representaciones de “dioses voladores” de los relieves
olmecas de La Venta en México, que datan de un período que
se cree ahora es siglos anterior a Xunantunich.
Manteniéndose ingrávidos en el aire, y meticulosamente
ataviados con cascos y trajes al cuerpo, ellos parecen
deslizarse hacia abajo desde “más arriba”. Así, quizá pueda
identificarse un punto de partida razonable para una
explicación comprensiva de la religión maya y sus orígenes
incluyendo muchos otros ejemplos de obras de arte, ya que
ellas se encuentran acompañando el período maya a través de
varias épocas.
Del mismo modo, Nicolás Hellmuth (3)
presenta una opinión que es digna de atención: “No se
sabe lo que estas máscaras representan, dado que ellas nunca
han sido estudiadas en detalle. Su significado no
debe establecerse desde el principio sobre la base de algún
modelo preconcebido, sino que debe ser cuidadosamente
investigado y entendido.”
Referencias:
(1)
Wilhelmy, H.: Welt und Umwelt der
Maya. Múnchen, 1989.
(2)
Prem, H. and Dyckerhoff, U.: Das
Alte Mexiko. München, 1986.
(3)
Hellmuth, N.: Monster und Menschen
in der Maya Kunst. Graz, 1987.
(4)
Schele, L. and Freidl, D.: A
Forest of Kings. New York, 1990.
(5)
Steinbauer, F.: Die Cargo Kulte
als religionsgeschichtliches und missionstheologisches
Problem. Inaugural Dissertation, University of Erlangen,
1971.
(6)
Thompson, J.E.S.: Sky Bearers,
Colors and Directions in Maya and Mexican Religion.
Contributions, 10/436. Washington, 1934.
LOS
AUTORES:
Johannes
Fiebag,
fallecido en 1999, estudió geología, paleontología, física y
geofísica en la Universidad de Wurzburg (Alemania). Escribió
numerosos artículos científicos y también varios libros
sobre la hipótesis de las paleovisitas extraterrestres.
Peter Fiebag
estudió filología, economía y ciencias de la comunicación en
la Universidad de Guttingen (Alemania). Ha publicado gran
número de artículos y varios libros en el campo de los
antiguos astronautas.
© Johannes Fiebag/ Peter Fiebag – Derechos reservados.
Traducido y reproducido con permiso expreso de los
autores.
Prohibida su reproducción sin autorización previa de los
autores
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