Quien se sorprenda por este
título, todavía se sorprenderá más al saber que en
determinados círculos de investigadores se considera como
cierto que se trata de un regalo de cumpleaños. Pero sea
como fuere, entre el sinnúmero de objetos enigmáticos que de
tiempo en tiempo van descubriéndose en nuestro planeta, se
encuentra la calavera de tamaño natural hallada en Lubaantun.
Fue
realizada en cristal de roca, si bien nadie sabe cuándo ni
cómo. El hallazgo de esta calavera se debe a la británica
Anna Mitchell-Hedges, la cual descubrió el insólito
artefacto precisamente el día en que cumplía 17 años, en
enero de 1924, bajo las ruinas de un templo maya de Honduras
británica, la ex colonia británica de Centroamérica. En
aquel entonces no podía saber que precisamente esta
casualidad le depararía problemas más tarde.
Anna
acompañaba a su padre, el destacado arqueólogo Frederick A.
Mitchell-Hedges, quien se había propuesto como misión
descubrir las huellas de la desaparecida Atlántida. El
hallazgo de este artefacto prehistórico no se hizo público
hasta 1927, y su origen se atribuyó a los mayas. A pesar de
que ella no era arqueóloga, Anna Mitchell-Hedges dio más
tarde todos los pasos posibles para esclarecer el origen y
la fabricación de la calavera, que fue analizada tanto por
el restaurador y conservador norteamericano Frank Dorland
como por la empresa norteamericana Hewlett-Packard Company,
que realizó toda clase de test químicos y microscópicos.
Pero nadie pudo demostrar que aquella obra de arte de
cristal de roca (que por lo visto había sido realizada a
partir de la cabeza de una mujer) hubiera sido elaborada con
ayuda de máquinas.
De lo que
no cabe duda es que esa calavera maya fue elaborada en una
sola pieza de cuarzo. La mandíbula inferior (que Anna
Mitchell-Hedges no descubriría hasta tres meses más tarde
bajo las mismas ruinas) es desmontable. La opinión de
ciertos investigadores, según los cuales la forma de esta
calavera artificial se había logrado gracias a la
pulimentación por medio de las manos, resulta muy dudosa.
Porque si fuera cierta, esta obra de arte de cristal de roca
habría precisado de un período de elaboración de más de
trescientos años de trabajos ininterrumpidos.
Otro
problema que se les plantea a los científicos, es el hecho
de que esta calavera de Lubaantun ha sido elaborada
trabajando contra el eje, sin que por este motivo se
haya producido astillamiento del material. ¿Qué método y qué
instrumental pudo haber sido empleado entonces para trabajar
el cristal de cuarzo?

Los
análisis más recientes realizados sobre el artefacto se
llevaron a cabo en marzo de 1982 en Viena. El Dr. Rudolf
Distelberger, experto del Museo de Historia del Arte de
dicha ciudad, tuvo ocasión de estudiar la calavera, llegando
a unas conclusiones muy diferentes. Para Distelberger, dicho
artefacto no es obra de los mayas, sino que habría sido
producido hace sólo unas décadas, o acaso hace pocos siglos,
en Europa. Como indicio para justificar su
explicación, aduce la técnica de pulimentado y la
configuración artística del artefacto.
“Al
analizar el cráneo de cristal de roca, he podido detectar
nítidamente huellas de ruedas de pulimentación”, me
confesó el Dr. Distelberger cuando, pocos días después,
acudí a visitarle al museo. En su opinión, ello prueba que
los autores no fueron los mayas, puesto que dicho pueblo no
conocía la rueda en sentido estricto, y, en consecuencia,
probablemente tampoco debió poseer ruedas de pulimentado.
Según el
Dr. Distelberger, el “cráneo maya” (y, paralelamente, la
“cabeza azteca” de cristal de roca descubierta en 1889 en
México y expuesta en el British Museum de Londres) es
atribuible a artistas europeos.
Sin
embargo, me confesó que la destreza manual con la que ha
sido elaborada la calavera de Lubaantun supera en mucho el
nivel profesional de los más destacados artistas florentinos
de la Edad Media. Distelberger también tuvo que admitir que,
caso de que los dos artefactos arriba citados realmente
fueran de origen europeo (cosa que yo puse en duda), en
Europa no existe ningún tercer ejemplar de parecidas
características (prescindiendo de una creación en miniatura
conservada en el Louvre).
El Dr.
Distelberger se opone, por otra parte, a la descabellada
anti-tesis de algunos científicos, los cuales afirman con
total seriedad que la calavera descubierta bajo las ruinas
mayas por Anna Mitchell-Hedges habría sido colocada ex
profeso por su padre a modo de regalo de cumpleaños de su
hija, que aquel día cumplía 17 años, con lo que el artefacto
a lo sumo tendría ahora sesenta años de antigüedad.
Esta
acusación contra un arqueólogo de tanta fama no tiene
ninguna prueba sobre la cual basarse, por lo que hay que
ponerla seriamente en duda, al igual que la “teoría europea”
del Dr. Distelberger. Porque, de hecho, ¿qué sabemos en
concreto acerca de los mayas, de su grado cultural y su
civilización?
EL AUTOR,
fallecido en octubre de 2005, fue periodista y escritor.
Pionero en el campo de la hipótesis del antiguo astronauta,
publicó desde 1969 un total de 17 ensayos, tres biografías y
tres novelas.
© Peter Krassa – Derechos reservados.
Traducido y reproducido con permiso expreso.
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