Que inteligencias extraterrestres visitaron la Tierra en la
antigüedad y alteraron el curso de la historia humana es una
vieja hipótesis, propuesta de nuevo por Erich von Däniken.
Aunque yo simpatizo con esta tesis, la idea central de este
artículo es una crítica del comportamiento de los críticos,
particularmente los científicos, en el más amplio sentido del
término. Como una hipótesis histórica, los méritos de la
hipótesis del antiguo astronauta debería ser comparada con la
evidencia disponible con riguroso escrutinio científico.
Desafortunadamente, esto no ha ocurrido. En lugar de eso, la
comunidad científica ha atacado a la hipótesis y a von Däniken
con ultrajes e insultos. Sus pruebas han sido descartadas con
burlas. La hipótesis es atacada con un falaz razonamiento y
una apelación a la autoridad. De igual modo inquietante es el
sepulcral silencio de los “expertos” en lo que concierne a la
evidencia de la hipótesis. Este silencio, y los ataques de los
críticos, claramente demuestran que no cabe esperar una
evaluación científica, por lo menos en los Estados Unidos.
Debería hacer notar desde el principio que este examen de tal
irracionalidad de parte de muchos científicos de ninguna
manera debe ser interpretado como que tengo falta de fe en la
ciencia. Yo soy, por supuesto, un ferviente defensor de la
ciencia. Por eso es que me pongo tan molesto con los
científicos dogmáticos que destruyen la credibilidad de la
ciencia reclamando para sí más de lo que pueden entregar y
rehusándose a concederle a la hipótesis del antiguo astronauta
la consideración científica que se merece.
Todo el mundo sabe que es posible y probable que existan seres
inteligentes en alguna parte del Universo. Incluso los
críticos de la hipótesis del antiguo astronauta lo admiten.
Suponer otra cosa es volver a la Edad Media, cuando se creía
que la Tierra era el centro del Universo y el hombre la
suprema creación.
El historiador Will Durant, en su “Story of Civilization”
(Historia de la Civilización), propone que nosotros no somos
necesariamente los descendientes de las primitivas culturas a
las cuales los arqueólogos y antropólogos prefieren atribuir
nuestra ascendencia. Su tesis, y los misterios que la ciencia
no ha explicado, sugieren la posibilidad de que antiguos
viajeros espaciales visitaran la Tierra. Ningún argumento
basado en la poca información que se tiene sobre los problemas
de los viajes intergalácticos y la inmensidad del Espacio ha
demostrado todavía que una inteligencia superior no podría
llevar a cabo lo que nosotros, con nuestros pocos siglos de
limitada tecnología y teoría científica, creemos imposible.
Es posible y probable que antiguos astronautas hayan visitado
la Tierra. Esto no puede ser negado a menos que uno considere
que la evolución es imposible, o que no hay evolución y Dios
sólo nos creó a nosotros (un tema que plantea cuestiones sobre
las cuales no hay evidencia podría estar dirigido), o
que tal evolución haya tenido lugar solamente en la Tierra, o
que a excepción de nosotros no hay astronautas u otras
inteligencias en el Universo, o que la evidencia es todo en
cuanto a nuestro origen, o que nosotros tenemos absoluto
conocimiento acerca de estas cosas, y similares. Desde luego,
ninguna persona inteligente podría sostener tales ideas
medievales.
A no ser que neguemos la posibilidad de la evolución en alguna
parte del Universo o pretendamos tener un absoluto
conocimiento respecto de nuestro pasado, debemos reconocer por
lo menos la posibilidad de que civilizaciones
tecnológicamente avanzadas puedan haber surgido en algún lugar
y que ellas quizá nos hayan visitado en el remoto pasado.
La hipótesis del antiguo astronauta, entonces, es como mínimo
posible. Como prueba de las teorías de von Däniken, debe ser
mencionado que de la hipótesis del antiguo astronauta no puede
esperarse que siga las rígidas reglas y estándares de pruebas
establecidas por las ciencias naturales. Sus modos de prueba
son fundamentalmente parecidos a aquellos de las ciencias
sociales, tales como la psicología, sociología y antropología.
Esperar formal rigidez en tales disciplinas informales es
exigir lo que no puede ser. Sin embargo, uno esperaría de los
científicos que le permitieran a von Däniken hacer una
extrapolación de su información, ya que ellos mismos aceptan
la extrapolación como una clase de evidencia que permite más
avances en la ciencia.
La tesis de von Däniken explica hasta ahora los inexplicables
misterios, ninguno de los cuales han recibido algún
esclarecimiento por parte de las mentes académicas prisioneras
de los prejuicios y preconceptos. No es fatal para la
hipótesis que los críticos encuentren errores. Tomándolo como
un todo, las conclusiones de von Däniken señalan
convincentemente una intromisión extraterrestre en el distante
pasado de la humanidad.
La hipótesis del antiguo astronauta es poco diferente de la
mayoría del registro histórico. La hipótesis sólo requiere la
“validación” de los datos informados por la correlación de
esos datos con los inexplicados y maravillosos artefactos
técnicos del distante pasado. Las pruebas de la hipótesis del
antiguo astronauta pueden ser encontradas en la lógica de
posibles y probables eventos, en lo histórico, aun cuando
predominantemente religiosos, documentos que se conservaron en
gran estima en todo el mundo, y en los antiguos artefactos que
no pueden ser explicados en los términos de los supuestos
conocimientos y capacidades de la antigüedad. Todo esto,
estudiado como un cuerpo de información coherentemente
descriptible, que apunta a una intervención extraterrestre.
Además de eso, la descripción en antiguos documentos, cuando
se asocian con datos empíricos, debilitan
considerablemente el argumento de que los terráqueos
son responsables por esos artefactos, que obviamente estaban
más allá de sus habilidades lingüísticas, conceptuales y
técnicas.
Parece, entonces, como von Däniken reitera, que es tiempo de
apuntar a estos fascinantes misterios, y sobre las
descripciones de ellos en las lenguas de la antigüedad, nuevas
perspectivas y viables hipótesis se hicieron posibles por el
más sofisticado lenguaje y conocimiento de nuestra época.
Si las instituciones científicas y religiosas lo permitieran,
y si los gobiernos o fundaciones lo financiaran, los
investigadores podrían introducir datos de todas partes del
mundo en las computadoras para establecer las similitudes
comparativas entre las descripciones empíricas de los “dioses
del espacio” y determinar si estas descripciones son, como los
críticos prefieren creer, nada más que las creaciones de
mentes insanas o excesivamente fértiles imaginaciones.
Complementado por computadoras, expertos en lingüística
comparada, traducción, culturas antiguas, y lenguas antiguas
sería posible determinar si la información técnica, conceptos
y logros hallados en los museos, existentes en los sitios
arqueológicos, y descritos en documentos históricos y
religiosos podrían haberse originado con un pueblo pre-científico
que hablaba sólo un lenguaje no técnico y sencillo.
Como está ahora, la hipótesis del antiguo astronauta es
principalmente una hipótesis histórica y secundariamente una
científica. Fundada sobre evidencia documental y
circunstancial y, en algunos casos, sobre fuerte evidencia que
no debe ser negada excepto por la distorsión de los hechos más
allá de la razón y la probabilidad.
Mucho de la crítica negativa a Erich von Däniken y la
hipótesis del antiguo astronauta proviene de un pequeño número
de científicos, quienes afirman que no hay “una pizca de
evidencia” para sostener la hipótesis. El reclamo es que ellos
prueban sus teorías, mientras que la hipótesis del
antiguo astronautas no lo hace. Yo deseo recordarles que hay
muchos tipos de prueba. Que la prueba puede no sólo ser
empírica, observacional, experimental, o inductiva, sino
también teórica, lógica, matemática, hipotética, deductiva,
estadística, probable, y documental. Estas varias formas
cuentan para mucho examen crítico y fundamental dentro de la
ciencia misma. El uso por parte de los teóricos que defienden
la hipótesis del antiguo astronauta de muchas de estas clases
de prueba no es menos válido que el uso de ellas por los
científicos. Desde luego, ellas deben ser directa o
indirectamente verificables y compatibles con un cuerpo
comprensivo de hechos relevantes, teorías, generalizaciones, e
hipótesis. Por el grado por el cual estos elementos encajan
coherentemente sin contradicción, por ese grado podemos
nosotros legitimar afirmaciones de que tenemos evidencia,
prueba, o conocimiento.
Hacer un deliberado caso omiso de estos diferentes tipos de
prueba es el modus operandi de aquellos científicos
que son culpables de dogmatismo y prejuicio. ¿Están sugiriendo
los críticos de von Däniken que no hay verdad o conocimiento
excepto por el que se encuentra en las ciencias naturales?
¿Afirmarían ellos que no hay “una pizca de evidencia” en que
el Presidente Lincoln fue baleado en el Ford Theater en
Washington, o que la historia de los Estados Unidos sucedió
sustancialmente como esta registrada, sobre la base de que
nadie vivo estuvo ahí para ver que pasó? ¿Cuestionarían ellos
los documentos que registran el descubrimiento de la
penicilina por Fleming, o que César haya gobernado Roma? Tal
conocimiento no puede ser verificado por las técnicas de las
ciencias naturales, por experimentación, o por infalsificable
información.
Por supuesto, la ciencia debe llevar a cabo su búsqueda de la
verdad objetivamente. Pero la ciencia no son
los científicos. Éstos distan de ser infalibles y a menudo
distan de ser objetivos, unos pocos incluso son deshonestos,
propensos al autoritarismo y a los sueños de infalibilidad
científica aun cuando admiten que están especulando. Ellos
olvidan que los actuales logros de la ciencia constituyen poco
más que un desarrollo embrionario en la continua búsqueda de
la verdad. Elevándose ellos mismos al trono de la
infalibilidad, dan a entender que son los únicos que tienen la
clave de los misterios del universo. Éstos demuestran la peor
clase de mentalidad pueblerina fallando en ver que hay
problemas de un tipo que no pueden ser resueltos por un
estudio de construcciones subatómicas o de estructuras
moleculares. Para empeorar las cosas, los logros técnicos de
ciencia a menudo son combinados con científica certeza,
induciendo a error al gran público en la creencia de que los
productos de la tecnología – tales como la televisión, el
armamento nuclear, y el viaje espacial – son amplia prueba de
que lo que los científicos dicen es ipso facto
verdadero.
Aunque von Däniken no tiene poca experiencia en ciencia, él
nunca ha pretendido ser un científico. Sus críticos ignoran
eso, no obstante, y argumentan en contra su propia
suposición de que von Däniken piensa que es un
científico. Luego ellos proceden a demostrar lo que él mismo
admite – que no lo es. Este enfoque de “hombre de paja” es
típico de muchos de sus críticos. De hecho, es para nuestro
beneficio que von Däniken no sea un científico. Las ideas que
expresa von Däniken han sido planteadas, como él dice, miles
de veces en el pasado. Ninguna antes, sin embargo, fue lo
suficientemente audaz o provocativa para suscitar en la
conciencia mundial la posibilidad y la probabilidad de
inteligencia extraterrestre.
En efecto, la perseverancia de von Däniken y su provocativo y
acusatorio estilo de escritura no le han hecho granjearse la
simpatía de los científicos del mundo, ni de sus líderes
religiosos. Sin embargo, si sus preguntas no son apropiadas,
debería ser fácil para sus críticos demostrarlo. Los
científicos por cierto no han demostrado que la
caracterización que de ellos hace von Däniken sea equivocada,
y lo que es peor, las respuestas carentes de rigor científico
de éstos apoyan sus opiniones. Tampoco las demoledoras pruebas
en contra de sus hipótesis han sido demostradas. Desde luego
la difamación y los débiles reclamos no lo harán.
Los ataques y respuestas negativas de las instituciones
religiosas son fácilmente comprensibles, en vista de su
especial interés. Uno esperaría, sin embargo, una actitud más
comprensiva de parte de los miembros de la comunidad
científica. Su enfoque hasta ahora huele del todo a
autoritarismo dogmático. Obviamente no puede esperarse de la
ciencia que se distraiga con afirmaciones que pueden resultar
estar llenas de contradicciones internas, ambigüedades y
términos sin sentido. Pero ése no es caso con la hipótesis del
antiguo astronauta.
Si la ciencia ve su carácter moral y ética científica como
incluyendo la responsabilidad de advertir al mundo sobre qué
es lo racional y qué no, entonces debe hacerlo con un enfoque
que no discrimine. Si se ataca a von Däniken, entonces se
tiene que atacar a todos los altos sacerdotes del
irracionalismo – religioso, político y científico, de todo el
mundo. Como una comunidad humanística, la ciencia debería
atacar ideas, no a los defensores de las ideas. Se debería
recurrir al método científico no a la tiránica voz del dogma y
el autoritarismo. Los científicos harían bien, por lo tanto,
en admitir que los teóricos del antiguo astronauta tienen
derecho a usar el mismo tipo de prueba que la ciencia misma
usa. Harían bien en examinar la evidencia e información con la
objetividad que ellos afirman utilizar en las ciencias
“concretas”. No deberían ocupar el tiempo en denuncias, sino
más bien en investigaciones. Harían bien en prestar su
interés, sus métodos, sus técnicas, y su apoyo moral y
financiero a una búsqueda seria de conocimiento histórico en
relación a la hipótesis del antiguo astronauta.
EL AUTOR
es doctor en filosofía egresado de la Columbia University (EUA).
Es
fundador y presidente de The National Council for Critical
Analysis, y editor de The Journal of Critical Analysis
y The Journal of Pre-College Philosophy.
Ha
publicado gran número de libros y artículos, algunos de ellos
relacionados con la hipótesis del antiguo astronauta.
© Pasqual S. Schievella – Derechos reservados.
Traducido y publicado con autorización expresa del autor.
Prohibida su reproducción sin permiso del autor.
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