Algo estaba
sucediendo. La multitud se agolpaba en torno a un extraño
artefacto que, horas antes, los miembros de la Academia de
las Ciencias de París, habían situado en pleno Campo de
Marte. Al parecer, casi dos meses atrás, unos conciudadanos
-los hermanos Montgolfier- habían elevado un globo
aerostático en Annonay y, lógicamente, la Academia quería
comprobar semejante prodigio.
De hecho, aquella
tarde de Agosto de 1783 el ambiente parisino ya había sido
caldeado por todo tipo de discusiones sobre la naturaleza y
posible éxito del invento. Y es así como, ante el asombro de
todos, un globo lleno de hidrógeno se pierde a varios miles
de metros de altura, para estallar y caer a unos 20
kilómetros de París.
El Hombre ya
podía volar. Una de las mayores metas de nuestra
civilización parecía finalmente alcanzada. No obstante, los
fundamentos de la moderna aviación no se concretarían hasta
el 1 7 de Diciembre de 1903, fecha en la que Onrille Wright
se elevó en el primer aeroplano a motor del que se tenga
evidencia. Los propios hermanos Wright escucharon de labios
de amigos suyos, y leyeron en las páginas de los periódicos,
extraños relatos que hacían referencia a desconocidas naves
aéreas que, con un comportamiento inusual, aterrizaban y
maniobraban de las formas más caprichosas. Unos años antes,
en 1883, el astrónomo José Bonilla, del observatorio
mexicano de Zacatecas, tuvo la excepcional oportunidad de
contemplar el paso de más de 143 objetos no identificados
por delante de su telescopio. Aquel 12 de Agosto, Bonilla se
encontraba observando el Sol, cuando un desfile de objetos
circulares interrumpió bruscamente su observación. La
sorpresa, no obstante, no le impidió tomar su cámara
fotográfica -uno de los primeros modelos existentes- que,
tras acoplar a su propio telescopio, le sirvió para
fotografiar esos extraños objetos. Inmediatamente después se
puso en contacto con colegas suyos de otros centros
astronómicos para comprobar si ellos también habían
contemplado el prodigio, constatando que sólo él fue testigo
de ello. De este dato, Bonilla dedujo que los objetos
volaban a no más de 80.000 millas de altura, dentro de
nuestra propia atmósfera, tratándose de un fenómeno local.
Ahora bien, ¿quién volaba en aparatos circulares en 1883? Y,
sobre todo, ¿Qué país poseía una flota de cerca de
doscientas aeronaves? La consternación se apoderó de la
comunidad científica. El propio Edison señalaría algunos
años después que no tenía ninguna duda acerca de que las
naves aéreas serán construidas con éxito en, un futuro
cercano, pero es absolutamente imposible imaginar que un
hombre pudiera construir una nave aérea y mantenerla en
secreto.
El cielo se
vuelve loco
Poco a poco, los
ciudadanos del viejo y del nuevo mundo se van
familiarizando, a finales del siglo XIX, con la presencia en
sus cielos de extrañas naves, que identificarían ya con
globos de mayor o menor tamaño. No obstante, sería el propio
cielo quien pondría a prueba la capacidad de raciocinio de
los humanos, cuando éste comenzó a ser el escenario de
fenómenos anómalos.
Durante los anos
1894, 1895 y 1896, extrañas explosiones se sucedieron en los
cielos de Bélgica y Gran Bretaña, sin que nadie supiera
explicar el hecho de una forma lógica. De entre todos
aquellos sucesos, cabría destacar el pánico que vivieron los
ciudadanos londinenses cuando, a mediodía del 15 de
Noviembre de 1895, una serie de violentas explosiones en el
cielo paralizaron toda la actividad de la metrópolis.
Centenares de personas abandonaron sus puestos de trabajo
para intentar localizar el punto de inicio del ruido. La
propia policía estuvo varios días intentando dar una
explicación racional al fenómeno, sin lograrlo. Un año
después, un fenómeno casi idéntico, pero de mayor
intensidad, se produjo sobre Madrid. El 10 de Febrero de
1896, una tremenda explosión sacudió la ciudad, rompiendo
estruendosamente miles de cristales de ventanas, puertas y
escaparates. Un muro del edificio ocupado por la embajada
norteamericana se vino abajo, y los madrileños, en su
precipitada huida, llegaron a provocar desagradables
incidentes que arrojaron un saldo de varias decenas de
heridos. Durante cinco horas y media una extraña nube
luminosa flotó sobre Madrid, mientras de ella se desprendían
algunas piedras...
Poco podían
imaginarse los madrileños que, meses después de tan
inexplicable explosión, los cielos de Canadá y Estados
Unidos se verían literalmente invadidos de extrañas
aeronaves que se saltaban todas las leyes y avances humanos
en aviación hasta el momento.
Mientras todo el
mundo admitía como lógica la presencia de globos en sus
cielos, estas aeronaves se presentaban como ingenios
mecánicos, propulsados por algún tipo de energía que
inicialmente se desconocía. Sus grandes velocidades, y
después su extraño comportamiento, llevó a muchos a recelar
de los testigos de tales hechos. Entre Marzo de 1896 y Mayo
de 1897, este tipo de presencias conmociona a la prensa
norteamericana. Más de tres mil recortes de periódico, de
más de tres docenas de rotativos distintos, conforman un
voluminoso dossier que presenta evidencias para lo
increíble.
Así, el 1 de
Julio de 1896, ciudadanos de Winnipeg, en Canadá, ven
estupefactos cómo un objeto esférico de color negro cruza
por encima de la ciudad. Meses antes, ciudadanos de Texas
pudieron contemplar en Atlanta cómo un objeto con alas
descendía hacia la ciudad, hasta el punto de cubrir con su
sombra a algunos de los testigos que se hallaban en la calle
en esa tarde de finales de Abril. Un año después, el 1 de
Abril de 1897, ciudadanos de Galesburg (Michigan)
contemplaron una de estas naves aéreas. La describieron como
una luz brillante en la que se entreveía un cuerpo
principal. De ella emanaban unos sonidos que probablemente
pertenecerían a su motor, así como al ruido de voces
humanas. Al día siguiente, en Chicago, unos pocos ciudadanos
subieron a la azotea de un edificio para poder contemplar
con claridad un extraño objeto volador que parecía tener
aletas en cada extremo de un cuerpo cilíndrico central y un
farol en la parte delantera. Ese mismo objeto -o uno de
similares características- fue visto el 19 de Abril en
Sisterville (West Virginia) con relampagueantes luces de
colores.
Diariamente,
durante la primera mitad de 1897, los periódicos más
importantes de los EEUU publicaron noticias referentes a las
naves aéreas. La impotencia por saber de qué se trataba
hacía aumentar el escepticismo de quien no las había visto
pero, curiosamente, cada vez eran los menos los que estaban
en esa situación.
¡Aterrizan!
La mañana había
amanecido clara en Linn Grove (Iowa). De repente, aquel
cielo cristalino se vio surcado por un inmenso aparato con
cuatro alas gigantes, que batían el aire pesadamente. Los
testigos, en su mayoría hombres que acudían al trabajo,
quedan petrificados ante su visión, y sólo cinco de ellos
(F. G. Ellis, James Evans, David Evans, Joe Croaskey y
Benjamin Buland) abandonan a sus vecinos y corren tras la
nave. A apenas unos 7 kilómetros de la ciudad ven el
tremendo objeto posado en el suelo. Los cinco hombres se
aproximaron al artefacto con toda cautela, pero, cuando
estaban a unos 700 metros de su objetivo, el enorme aparato
desplegó sus cuatro alas y se elevó en dirección norte.
Dentro de la nave pudieron distinguir a dos extraños
personajes con largos cabellos. Igual de sorprendidos
quedaron los fieles de la parroquia de Merkel (Texas) cuando
el 25 de Abril por la tarde, al salir de la iglesia,
observaron una nave aérea enganchada por una cuerda a un
riel del ferrocarril. El objeto se hallaba considerablemente
alto, pero sus detalles estructurales eran perfectamente
visibles. De hecho, antes de que nadie se atreviese a
reaccionar, un hombre descendió por la cuerda, la cortó, y
volvió a subir al aparato, que se desplazó hacia el
noroeste.
Comienzan
entonces a publicarse en la prensa noticias que hacen
referencia a extraños seres, aparentemente japoneses, que
serían los pilotos de las aeronaves desconocidas. No
obstante, nadie pensó en ellos cuando el Evening Press de
Michigan difundió, el 11 de Abril de 1897, cómo numerosas
personas vieron sobre el Lago Negro una enorme nave aérea
que ofreció a los testigos todo un espectáculo de luces y
movimientos en zig-zag, mientras una extraña criatura de
cuatro patas corría hacia el objeto para introducirse en él.
"Ese terrible animal -publicó después el Weekly
Mirror - que ha hecho sus apariciones cerca del Lago Pine
y Edwardsburg el pasado año, ha vuelto en la última parte de
la semana”. Para algunos modernos investigadores de este
tipo de hechos, como Lucius Farish o Jerome Clark, resulta
especialmente significativo comprobar cómo muchos de estos
aterrizajes obedecen a averías de las propias naves aéreas.
Este tipo de hechos rayarán en muchas ocasiones en lo
absurdo, como sucedió en Rockland (Texas) el 22 de Abril.
Ese día, uno de los perros de John M. Barclay comienza a
ladrar furiosamente, haciendo que su dueño salga de la casa
algo contrariado. Un sonido agudo penetró por sus oídos nada
más salir a la calle, y allí vio un objeto extraño a unos
cinco metros del suelo, describiendo círculos. Era alargado,
con protuberancias y luces oscilantes que se extinguieron
cuando aterrizó. Barclay se encontró entonces frente al
tripulante de la nave, quien le tendió un billete de 10
dólares para que le fuese a comprar trozos de chatarra con
los que reparar su nave. Tras hacerlo, volvió a ascender
para desaparecer "con la velocidad de una bala salida de
un fusil".
Una semana antes,
C. L Mollhany -un respetado granjero de Stephenville
(Texas)- entró gritando en la redacción del periódico The
Dallas News... "¡La he encontrado! ¡He encontrado la nave
aérea sobre la que ha estado hablando todo el mundo! No es
broma -decía con nerviosismo, casi llorando-.
Descubrí la nave sobre el suelo esta mañana temprano.
Llevaba dos hombres, un ingeniero y un piloto. Se han visto
obligados a aterrizar para reparar el motor..." Al
parecer, aquel día varias personas destacadas (incluyendo
jueces y militares) observaron una nave en forma de puro con
unas alas inmensas, propulsadas por una rueda cada una. El
objeto se convulsionaba en el aire en medio de un gran
estruendo, hasta que sus tripulantes decidieron por fin
descender. De ella salieron dos hombres que se identificaron
como S. E. Tilman y A. E. Dolbear y manifestaron estar
realizando un vuelo experimental siguiendo las órdenes de
una multinacional neoyorquina que financiaba el proyecto.
Tras reparar su nave, dieron las gracias a los vecinos de
Stephenville por su ayuda y desaparecieron. El absurdo de
este tipo de apariciones llegó a su máxima expresión en la
mañana de ese mismo día, cuando el señor C. T. Smith, a las
6,15 de la mañana, tropezó con un extraño sobre que estaba
en la cuneta del camino que le conducía al trabajo. En la
parte frontal del sobre se leía "De los viajeros de la
nave aérea" y en su interior había un trozo de papel
unido a un alambre y a una especie de abrebotellas. En él se
leía: "A quienquiera que lo encuentre. A 2500 pies sobre
el nivel del mar, dirigiendo esta nota al norte, probando la
nave aérea, nos tememos que estamos perdidos. Somos
incapaces de controlar nuestra máquina. Por favor,
comuníquelo a nuestra gente. Creemos estar sobre Michigan."
El mensaje estaba
firmado por tres personas con apellidos norteamericanos,
pero sin dar ninguna referencia más.
Hablan los
tripulantes
Unas horas
después del incidente de Stephenville, y en la ciudad de
Waxahachie, el juez Lowe y un amigo se encontraban pescando
en las cercanías de la población. De improviso, se
percataron de la presencia de unos pequeños hombres que se
hallaban descansando sobre una extraña aeronave. Los dos
amigos, sorprendidos, se acercaron a los ocupantes. "Es
ésta la famosa nave aérea" -preguntó el juez-. "Si
ésta es una de ellas, ¿Quieren ustedes examinarla?" La
nave tenía forma de cilindro, con tres pares de alas
mecánicas, y en su interior escondía toda una compleja
maquinaria, gracias a la cual aquel aparato se desplazaba.
Resultaba difícil
creer que aquella estructura metálica, que contenía cocina,
salón y literas, con un peso de varias toneladas, pudiera
elevarse por los aires. De hecho, al ser cuestionados por el
juez, los tripulantes de la nave reconocieron venir del Polo
Norte, donde habitaban en una franja de tierra caliente,
utilizando el hidrógeno del agua que sacaban de los icebergs
para producir fuel y luz. También, según el relato del juez,
aquellas personas le revelaron que a primeros de 1897 la
Sociedad Histórica del Polo Norte (Sic) decidió mandar las
naves aéreas a Estados Unidos y a Europa. Lo que ignoraba
por completo el juez era que, la noche anterior, el señor C.
G. Williams, de Greenville, tuvo un encuentro con una nave
de idénticas características, y tuvo la oportunidad de
hablar con uno de sus ocupantes, quien finalmente le confesó
la fuerza motriz que elevaba sus naves: "Electricidad
-le dijo su interlocutor, de aspecto perfectamente humano-.
Son máquinas eléctricas las que producen el poder
locomotriz y las luces. Cuando están funcionando, el viento
mueve la gran rueda delantera, manteniendo la nave en el
aire, y produciendo la poca electricidad requerida Ahora,
joven -dijo, mirando muy seriamente a Williams- no
puedo decirle nada más".
Ante este cúmulo
de hechos, y excepto para los que no creían en absoluto en
los relatos relacionados con las misteriosas naves aéreas,
no cabía ninguna duda para sospechar que sus tripulantes e
inventores eran ciudadanos americanos. No obstante, y como
veremos más adelante, esta posición resulta insostenible ya
que ningún inventor convencional dejaría de patentar y
comercializar semejante invento, teniendo en cuenta los
beneficios y su prestigio personal de cara a la Historia.
Sin embargo, tampoco es posible enmarcar estos hechos dentro
del fenómeno que habitualmente se acepta con relación a los
OVNIs. Si se tratase de ingenios espaciales, sus formas no
serían tan similares a las de la tecnología de la propia
época en que aparecen. Algunos ufólogos norteamericanos
creen que los tripulantes de las naves aéreas son parte de
un colosal engaño, en el que se mezclaría verdad con
mentira.
Extraños
raptos
El 19 de Abril se
produjo uno de los hechos más significativos de todo el
período de aparición de las naves aéreas. Aquel día, el
señor Alexander Hamilton conmocionó Kansas con el relato de
su encuentro con una nave desconocida. El viejo colono no
reparó en adjetivos al describir su alucinante experiencia:
"El pasado lunes por la noche -declaró a la prensa
local-, sobre las diez, estábamos despiertos por culpa
del ruido del ganado. Me levanté pensando que quizá mi
bulldog estaba haciendo alguna travesura, pero una vez
estuve en la puerta vi, para mi sorpresa, una nave aérea
descendiendo lentamente sobre una de mis vacas a unas
decenas de metros de la casa.”
“Llamé a Gid
Heslip -continuó el viejo Hamilton-, mi inquilino, y
a mi hijo Wall. Cogimos algunas hachas y corrimos hacia el
corral. Mientras tanto, la nave había descendido hasta no
más de 30 pies del suelo, y nosotros estábamos a unas 50
yardas de allí. Era como un cigarro de 300 pies de largo y
con una especie de cabina por debajo". Al parecer, el
asustado Hamilton y sus dos acompañantes pudieron contemplar
cómo aquel objeto rastreaba el terreno con un potente foco,
mientras a través de los paneles de cristal de la cabina
podían contemplar a dos hombres, dos mujeres y dos niños en
su interior.
En determinado
momento, los ocupantes de la nave se percataron de la
presencia del granjero, elevándose velozmente y llevándose
con ellos una vaca. Al día siguiente, Lank Thomas, granjero
que vivía a tres millas del rancho de los Hamilton encontró
la piel, las patas y la cabeza del animal. "No sé si son
demonios o ángeles -declaró Hamilton con posterioridad-,
pero todos lo vimos y toda mi familia vio la nave, y no
queremos tener nada que ver con ellos".
Hasta tal punto
causó conmoción el relato del viejo colono, que un grupo de
vecinos de Le Roy -donde él residía- decidieron redactar un
documento, declarando bajo juramento el talante nada
imaginativo y la seriedad que les merecía el testigo.
No es éste, sin
embargo, el único relato de abducción -por denominarlo de
algún modo- que ha llegado hasta nosotros desde esa fecha.
Diez días después tan solo del incidente de Le Roy, sobre la
ciudad de Hamilton descendía progresivamente un objeto
alargado, que terminó por posarse sobre un puente. Personas
que vivían en la zona del aterrizaje salieron alarmadas a la
calle al oír sonidos de música y de gente hablando alto que
provenían de la nave. El objeto permaneció allí por espacio
de más de una hora y, unos instantes antes de elevarse, un
gancho atrapó a uno de los atónitos vecinos, introduciéndolo
en la aeronave. Al día siguiente, el desaparecido regresó en
tren desde la distante localidad de White Cloud. Robert
Hibbards, que así se llamaba el testigo, relató que los
tripulantes de la nave le estuvieron hablando durante el
camino sobre conceptos generales de navegación aérea.
Igualmente es
difícil admitir la historia de un granjero de Iowa que se
vio sorprendido repentinamente por una nave aérea, que
sobrevolaba su finca con un ancla colgada de una cuerda. Al
parecer, el ancla se enganchó en los pantalones del testigo,
elevándolo a más de dos metros del suelo, pudiendo liberarse
cuando el testigo se quitó en vuelo sus pantalones.
Otro
acierto de Julio Verne
La importancia
sociológica de este tipo de acontecimientos es considerable.
Dejando a un lado el interés que pudo tener este tipo de
avistamientos para los periódicos locales y nacionales, y
olvidándonos del interés y la expectación provocados por
estas visiones, lo cierto es que novelistas como H. G. Wells
tuvieron en estos acontecimientos su fuente de inspiración.
Wells publicó en 1897 “La Guerra de los Mundos”, que narra
la invasión de los marcianos a nuestro planeta.
Mucho más
interesante, no obstante, es ver cómo Verne, desde Francia,
se anticipó con alguna de sus obras a esta oleada. En 1886,
Julio Verne publicará su novela “Robur, el Conquistador”, en
la que un ambicioso personaje pretendería hacerse con el
control del planeta utilizando curiosas naves aéreas con
hélices, anclas en forma cilíndrica, semejantes en todo a
las naves que sólo diez años después se presentarían en los
cielos norteamericanos. Hasta tal punto esta obra es de
anticipación que en los grabados de la edición francesa del
libro se ve el diseño de la Albatros, idéntica a algunos
bocetos publicados por periódicos norteamericanos después.
En un pasaje de
la obra leemos de los labios de Robur: " Mi máquina no
será nunca francesa, ni alemana, ni austriaca, ni rusa, ni
inglesa, ni americana... El invento me pertenece y lo
utilizaré como me plazca. Con él, yo tendré el control del
mundo entero es inútil que la Humanidad se me resista bajo
ninguna circunstancia; jamás".
Un año después de
la muerte de Verne, su editor publicará una nueva obra, “El
dueño del mundo”, en donde las naves aéreas vuelven a jugar
un importante papel.
No es
posible
Si consideramos
globalmente todas las cartas de la baraja que hasta ahora
hemos puesto sobre el tapete, veremos -muy probablemente-
que, tanto el interés de los novelistas, como las noticias
de los periódicos, recogen sólo una mínima parte de lo que
realmente estuvo sucediendo. El cubrir el orgullo y la
credibilidad de ataques de los incrédulos era una de las
preocupaciones más acuciantes de los norteamericanos del
momento, y ello sin contar con lo realmente absurdos que
resultaban algunos de los incidentes.
Por otra parte,
la existencia de naves aéreas con capacidades de vuelo y
maniobrabilidad como las descritas requerían enormes avances
en tecnología, avances que de haberse logrado no hubieran
pasado desapercibidos. Sin embargo, todavía quedan puntos
por tratar: aeronaves que se estrellan, el cadáver de un
piloto de una nave aérea que es enterrado en un pequeño
pueblo norteamericano o las visitas de estas aeronaves, años
después, a Europa.
La exposición de
maquinaria de Saint Louis estaba aquella primavera de 1897
especialmente concurrida. Se había extendido la voz por
todos los Estados de la Unión de que a ella acudiría, por
fin, el inventor de la nave aérea que había estado
desconcertando durante más de un año a los ciudadanos
norteamericanos. Y efectivamente, en medio del tumulto, una
especie de bicicleta con alas se elevaba pausadamente. El
motor era el propio inventor, el profesor Arthur Barnard,
quien, a los pocos minutos de pedalear cansinamente sin
elevarse más que un par de metros, descendió completamente
agotado... No, aquélla no podía ser la maravillosa nave
aérea.
Como caídos
del cielo
Sin embargo,
aquella primavera no defraudaría a los enfervorizados
seguidores de noticias insólitas. En la segunda mitad del
mes de Abril se registraron los sucesos más extraños de todo
el periodo. Explosiones en el cielo, naves aéreas estallando
en mil pedazos sobre las cabezas de los testigos, y diálogos
cada vez más prolongados con sus ocupantes, crearían toda
una atmósfera de expectación.
En esas fechas,
sobre la localidad de Kalamazoo, George W. Somers y William
Chadburn relataron a la prensa un suceso asombroso. Al
parecer vieron pasar sobre sus cabezas una de aquellas
misteriosas aeronaves cruzando el cielo a toda velocidad.
Tras perderse por
detrás de una hilera de árboles, los testigos escucharon una
violenta explosión y vieron decenas de fragmentos cruzando
el aire. No fue de extrañar que después del ruidoso
estruendo vecinos de Scotts, localidad situada a dos millas
del lugar de los hechos, encontrasen una bobina de pesado
alambre y una especie de lámina de hélice prácticamente
fundida. ¿Fragmentos de una de aquellas aeronaves? Nadie se
atrevió a responder.
Cuando los Parks
acudieron al día siguiente al lugar donde presuntamente
había quedado enterrado aquel objeto, y tras realizar un
pequeño agujero, encontraron algo espectacular. Una especie
de gigantesca rueda de aluminio aparecía encajada en algo
similar a una turbina. "Es la primera vez -comentaría
después el señor Parks- que oigo hablar de un meteorito
que tiene ruedas"
El
accidente de Aurora
"¡Extra!,¡Extra!" gritaban en Texas los repartidores del
Dallas Morning News aquel 19 de Abril. "¡En Aurora se ha
estrellado una nave aérea!" Esa mañana los habitantes de
todo el Estado de Texas se sorprendieron con un alucinante
relato de E.E. Hayden que ponía al corriente a sus lectores
sobre el indicado incidente.
Al parecer, días
atrás, y sobre las seis y media de la mañana, los vecinos de
la pequeña localidad de Aurora contemplaron un extraño
aparato cilíndrico y alargado que, despidiendo destellos
luminosos, perdía altura poco a poco. Tras cruzar toda la
población en dirección norte, El objeto descendió
bruscamente, estrellándose contra un molino propiedad del
juez Proctor. Al espantoso ruido le siguió una bola
incandescente -según los testigos- que permaneció durante
varios minutos en el lugar del siniestro. Algo terrible
acababa de suceder allí.
Cuando llegaron
los primeros vecinos al lugar del suceso, se encontraron
frente a un panorama desolador. El molino del juez Proctor
había sido completamente destruido, y centenares de
fragmentos metálicos estaban esparcidos en varias decenas de
metros alrededor de la masa negruzca que parecía ser el
cuerpo central de la nave. Los lugareños también hallaron el
cadáver del tripulante de aquel objeto. "El piloto de la
misteriosa nave - publicaría el Dallas Morning News -
era el único tripulante de a bordo. Aun cuando sus restos
están muy desfigurados, queda lo suficiente para comprobar
que no es de este mundo".
Junto al cuerpo,
los vecinos de Aurora encontraron unos papeles escritos con
jeroglíficos indescifrables, lo que hizo suponer al
articulista que se trataba de una nave que había llegado
desde Marte. "En mi opinión –escribió sobre el piloto-
esa cosa es un extraterrestre. Me atrevería a afirmar que
del planeta Marte, teniendo en cuenta la proximidad de este
planeta con la Tierra en estos momentos".
El interés
desatado por este incidente movilizó a toda la población,
que se dividió en grupos de trabajo. Unos recogían cuantos
fragmentos podían de la aeronave siniestrada, y otros se
ocupaban de embalsamar el cadáver y preparar su funeral. De
hecho, al día siguiente del suceso se procedió a enterrar al
tripulante de la aeronave en el mismo cementerio de Aurora.
Sin embargo, quienes sí lo hicieron fueron los señores Parks,
quienes tan sólo un par de días después, observaron cómo
sobre su granja evolucionaba pesadamente una de 48 aquellas
naves aéreas.
De sus costados
salía una humareda tan abundante que les hizo temer lo peor.
Aquel objeto parecía que iba a estrellarse sobre su
propiedad. Pero sólo se desprendió de él una masa brillante
que acabó por enterrarse en el suelo.
Casi ochenta años
después del desarrollo de estos acontecimientos, Mary Evans,
una anciana del lugar de 91 años de edad, recordaba aún
aquello. "Ese incidente -confesó a los
investigadores- causó mucha conmoción. Fue años atrás,
cuando todavía no teníamos aviones. Yo tenía solamente
quince años por entonces, y habrá olvidado el asunto hasta
que recientemente apareció en la prensa. Estábamos viviendo
aquí, en Aurora, pero mis padres no me dejaron ir cuando
fueron a ver qué pasó en el molino del juez Proctor. Cuando
regresaron, me contaron que la nave aérea había estallado.
El piloto estaba desfigurado y murió en el choque. Los
hombres del pueblo que recogieron sus restos dijeron que era
un hombre pequeño, enterrándolo en el cementerio de Aurora
ese mismo día..."
Desenterremos al extraterrestre
A finales de los
años 70, un grupo de investigación ufológica de Oklahoma, el
International UFO Bureau (IUFO), se acercó al lugar de los
hechos para verificar la historia. Ya en los años
anteriores, y en medios especializados, se había desatado
una cruda polémica en torno al incidente de Aurora, creyendo
que todo se trataba de un fraude del periodista que dio la
noticia. Al parecer, Hayden no era sino un vendedor de
algodón de la zona, y pudo haberse inventado la historia con
tal de atraer la atención nacional sobre la población, cosa
que, desde luego, consiguió. Inmediatamente después de la
difusión de la noticia por diversos periódicos estatales,
toda una multitud se acercó a Aurora para poder llevarse
consigo algún fragmento de la misteriosa aeronave.
Afortunadamente,
algunos de aquellos restos llegaron a manos de científicos
locales de la época -como el doctor David Redden-, quien
declaró tras el análisis de algunos fragmentos: "Tres de
las muestras tienen propiedades y contenido comunes de
metales de esta zona, pero una de ellas requiere mucha más
investigación". También resultaron en su día de utilidad
las precisiones del reconocido astrónomo T. J. Weems que,
encontrándose en las proximidades de Aurora en los días del
suceso, acudió a observar el prodigio. Al ver el cuerpo del
piloto declaró: "no se trata de un habitante de este
mundo".
No obstante,
tanto el IUFO como un equipo de investigación del Mutual for
UFO Network (MUFON) estaban de acuerdo en que "si los
resultados del análisis de los fragmentos que poseemos
indicasen al menos que uno de los metales es considerado
definitivamente inusual por los científicos, tendíamos
entonces la evidencia científica en que podríamos basarnos
para pedir la exhumación del piloto de la aeronave".
Parece ser que
aquella evidencia nunca llegó, ya que aún hoy los permisos
para poder proceder a la exhumación del cadáver han sido
denegados. En el cementerio de Aurora existe una lápida sin
inscripción que se supone indica el lugar donde podría estar
enterrado un extraterrestre. Sólo el tiempo dará o no la
razón a esta inquietante sospecha.
La historia
del capitán Hooton
El mes pasado
veíamos cómo algunas personas llegaron incluso a dialogar
con los ocupantes de las naves aéreas. Entre aquellos
contactados del siglo pasado nos encontramos con
valiosísimos testimonios de hombres cuya credibilidad podría
estar fuera de toda duda. Son testimonios de alto interés
descriptivo que nos acercan hacia pintorescas desconocidas
aeronaves que, por su profusión en los años 1896 y 1897,
resultan hoy un verdadero enigma histórico.
Así empezó una
larga conversación, que iría desde cuál era el origen de la
tripulación hasta cuál sería la ruta a seguir. Parecía que
los tripulantes se mostraban reacios a contestar las
preguntas del testigo. "Perdone señor -dijo Hooton-,
el ruido de su nave se parece bastante al de un freno de
aire Westinghouse. Quizá lo sea, amigo mío -contestó su
interlocutor- estamos usando aire comprimido y
aeroplanos. Pero ya sabrá más, más adelante".
Con toda
naturalidad y sin previo aviso, la tripulación subió a la
nave aérea, que comenzó a ganar altura mientras soltaba aire
a presión a través de una especie de ruedas. Horas después,
testigos de Chicago declararon haber visto un objeto
idéntico al descrito por Hooton.
Un ex senador contacta
La tarde del 22
de Abril de 1897 el ex - senador W. Harris se hallaba
descansando en la ciudad de Harrisburg -no muy lejos del
lugar de encuentro del capitán Hooton- cuando un ruido
extraño que venía del cielo le sorprendió. Tomó sus
binoculares y, a través de ellos, contempló un extraño
objeto suspendido en el aire, que inmediatamente identificó
como la popular nave aérea. El objeto, para sorpresa del
ex-senador, descendió tanto que pronto no necesitó usar sus
binoculares para observarla con toda claridad. Descendió
gradualmente hasta el lugar donde se encontraba nuestro
testigo.
No tardó en
distinguir a cinco hombres encima de la nave, comandados por
un anciano de largas barbas, que se mostró algo contrariado
por encontrar allí a alguien, justo en el lugar de su
descenso. No obstante, y tomando la palabra, se dirigió a
nuestro sorprendido protagonista.
"Bien -dijo
tras beber algo de agua- usted parece ser un hombre
inteligente, y si promete no revelar mi secreto de algún
modo que pueda perjudicarme, le contaré toda la historia, a
excepción de sus últimas consecuencias".
El anciano hizo
referencia a un excéntrico científico que publicó en 1871,
en el St Louis Times, un ensayo sobre las leyes de la
gravitación, hoy completamente obsoletas. Tras sus
afirmaciones, y arrinconado por la opinión científica, se
recluyó en la sombra, construyendo la nave aérea que ahora
dirigía. El anciano era el depositario del invento de aquel
científico, que era su tío. El se preocupó de mejorar la
nave original, y ahora tenía el firme propósito de viajar
hasta Marte, “pero antes -confesó- pondré la nave
aérea al servicio público". Otro de sus proyectos
consistía en cargar más de diez toneladas de municiones y
cuatro de armamento para expulsar definitivamente a los
españoles de Cuba.
El insólito
descendiente del inventor ofreció al testigo la posibilidad
de subir a la nave, pero éste declinó amablemente la oferta.
Oportunismo
Si algo
desencajaba los esquemas de todo norteamericano medianamente
lógico era el hecho de que nadie se hubiese atribuido aún la
paternidad del invento. Porque una cosa parecía clara: el
asunto era cuestión de un inventor excéntrico... ¿Pero
quién?
Aprovechando esa
falta de patentes, las oficinas de este tipo de servicio
recibieron numerosas visitas de personas que se atribuían la
invención de la aeronave, presentando originalísimos
proyectos. Así, a finales de 1896, George D. Collins,
abogado, declaró que su cliente E. H. Aluminium Benjamin era
el inventor que había estado trabajando sobre la nave aérea
durante siete años. Collins describió también algunos de los
vuelos de la nave, y declaró que muchas de sus partes
estaban manufacturadas en el este de los Estados Unidos,
perteneciendo a una supuesta compañía de navegación aérea.
El 10 de Abril de
1897, justo después del paso de una aeronave desconocida
sobre Chicago, Max L. Harmor declaró a la prensa que él ya
estaba esperando a aquella nave aérea, que salió de San
Francisco semanas atrás, y que pertenecía a su compañía, la
Chicago Aeronautical Association. No faltaron tampoco
quienes explicaron todos estos hechos como el paso del
planeta Venus, aunque testigos de una aeronave en Kansas
contestaron contundentemente a ello diciendo que Venus no
hace movimientos esquivos y no vuela a ras del horizonte
rápidamente, ni cambia súbitamente de dirección, elevándose
hasta perderse en el cielo sureño.
Toda explicación
dada para solucionar el enigma planteado chocaba con el
desesperante muro del absurdo. La irritación de la opinión
pública y de algunos investigadores modernos llegó al límite
cuando, el 11 de Julio de 1897, el piloto sueco Salmón A.
Andree se elevó con su globo en un intento de vuelo al Polo
Norte. En ese período, muchas personas identificaron el paso
del globo de Andree... ¡Por lugares muy distanciados al de
su recorrido original!
La década
increíble -como definió Morris K.Jessup al período
comprendido entre 1887 y 1897- estaba a punto de finalizar.
Las enigmáticas naves aéreas estaban desapareciendo para dar
lugar a otro tipo de fenómenos insólitos en el firmamento.
Así, justo al final de la oleada de aeronaves, el 26 de
Marzo de 1897, el Post de Michigan publicaba la siguiente
noticia: "Una hermosa bola de fuego fue vista entre las
nubes de esta localidad. Durante un corto espacio de tiempo
estuvo en el cielo brillando mucho para luego desaparecer.
La vimos durante una hora". Una semana después, el Grand
Traverse Herald publicó: "Otra gran bola de fuego ha sido
vista en las nubes, cerca de Holland, la pasada noche. Un
rato era brillante, al siguiente se apagaba como cubierta
por un velo. Durante alrededor de una hora".
Las bolas de
fuego sustituirían en los meses siguientes la actividad de
las naves aéreas. Pero éstas no desaparecieron totalmente.
En los años iniciales de nuestro siglo, el fenómeno comenzó
a trasladarse a Europa.
Naves
aéreas sobre nosotros
Mientras el
número de avistamientos de naves aéreas había descendido a
límites insospechados en los Estados de la Unión, este tipo
de apariciones comenzaba a azotar toda Europa. Ya en 1903, y
según un catálogo elaborado recientemente por Nigel Watson,
durante las noches del 19 y el 26 de Julio fue vista una
misteriosa luz roja evolucionando sobre París. Sólo dos años
después, en España, una extraña mujer sin alas sobrevoló
algunas de nuestras poblaciones durante todo el mes de
Junio. Al parecer, más de 240 personas vieron en una de
aquellas ocasiones como una especie de ángel sin alas que
volaba contra el viento. Una testigo declaró haber oído "una
canción angelical" que provenía de la figura.
La noticia saltó
fuera de nuestras fronteras debido a que dos británicos
también fueron testigos de tan insólita aparición, llegando
incluso a organizar una pequeña expedición al lugar donde
ellos creían que había descendido la figura. Sus resultados
fueron desalentadores.
Además, para
añadir más misterio al asunto, todas las apariciones se
produjeron a plena luz del día. Sin embargo, de los hechos
post-oleada ocurridos en territorio europeo, cabría destacar
la intensidad de apariciones de naves aéreas sobre Dinamarca
en 1908. De todos los casos recogidos por los
investigadores, resulta especialmente significativo el
aumento de avistamientos en los meses de Junio y Julio. El
más inquietante de todos ellos fue el presenciado el 30 de
Junio por el señor ßye-Jörgensen. El mismo día en que un
objeto no identificado se estrellaba en la Tunguska
siberiana, produciendo una explosión de efectos comparables
a treinta veces los de la bomba de Hiroshima y planteando
así uno de los más conocidos enigmas del mundo moderno,
Jörgensen contempló sobre las diez de la noche un objeto en
forma de pájaro. Tras observarlo detenidamente con sus
anteojos, vio que se trataba de una máquina alargada que se
encontraba a unos 30 kilómetros de altura y que se
desplazaba en contra del viento.
Por otra parte,
pocos días más tarde, un industrial de Nibe llamado Wilroe
declaró a la prensa: "Eran las 22:25 horas; estaba
sentado, mirando por mi ventana sobre Oland, entre Höjskoven
y Osterby, un gran objeto en forma de águila Más tarde, a
través de mis prismáticos pude verle dos alas, pero en diez
minutos aquello desapareció. Tres miembros más de mi familia
también lo vieron".
De hecho, tan
pronto como estos objetos desaparecieron de los cielos de
Dinamarca, ciudadanos de Gran Bretaña y de Nueva Zelanda
comenzaron también a verlos al año siguiente. Aquellos
precursores de los actuales OVNIS se volverían a ver ya
durante los siguientes años, recibiendo distintos nombres
según el lugar donde fueran vistos.
Sin
conclusiones
Coincidiendo con
el período de máximo adelanto de la especie humana, hombres
de los cinco continentes declaran ver sobre sus cabezas
aeronaves que no pueden identificar. Hoy en día este
fenómeno es en parte explicable, debido a los múltiples
objetos aéreos que pueden dar lugar a confusiones. Sin
embargo, si este fenómeno se produce en el siglo pasado, y
presenta ya muchas de las características del actual
fenómeno OVNI -incluyendo la fenomenología contactista y de
abducción- tendremos que pensar que alguien tal vez esté
vigilándonos desde el aire.
EL AUTOR
es periodista y escritor. Fue
uno de los fundadores de la revista Año Cero y
director de la publicación mensual Más Allá de la Ciencia.
Ha publicado hasta el momento siete libros, el último titulado
La Cena Secreta.
© Javier Sierra – Derechos reservados
Publicado con autorización expresa del autor.
Prohibida su reproducción sin permiso del autor.
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