Si un
astronauta fuera alguna vez a corroborar un aspecto de mi
obra, yo hubiera esperado que sea con respecto a cuestiones
planetarias. Sorprendentemente, tal corroboración corresponde,
de todas las cosas, a los olmecas del antiguo México.
La inesperada corroboración está en el recientemente
publicado libro “A Leap of Faith” (Un Salto de Fe) del
astronauta de la Mercury-7 Gordon Cooper (N del T:
recientemente fallecido), en el que su historia como
piloto de prueba y astronauta es salpicada con (para citar de
la sobrecubierta) "sus fuertes opiniones sobre la existencia
de inteligencia extraterrestre - e incluso la clara
posibilidad de que nosotros ya hayamos tenido contacto."
El Enigma Olmeca
Los lectores de mis libros, y sobre todo de Los
Reinos Perdidos, así como de un artículo anterior en este
sitio web titulado “El Caso del Elefante Desaparecido",
ya saben que con el descubrimiento de una colosal cabeza de
piedra en 1869, salió a la luz una avanzada civilización
que precedió a los mayas y aztecas de México. Sus líderes y
portadores eran inequívocamente negros africanos. Ellos fueron
arbitrariamente llamados "Olmecas" por los arqueólogos; y su
embarazoso enigma - de quiénes eran ellos, y cómo habían
llegado a través del océano, y por qué, fue compuesto por el
momento de su arribo al Nuevo Mundo.
Una vez admitido (¡muy de mala gana!) que los “olmecas”
representan en efecto a la más temprana o incluso a la
Civilización Madre de Mesoamérica, la fecha de su llegada fue
al principio fijada en aproximadamente el 250 A.C.; luego en
más o menos 500 A.C.; después más y más atrás, se reconoció
hasta el 1500 A.C..
¡Pero yo abogué por una fecha dos veces más antigua!
Un dios y su número secreto
Mi conclusión de que la presencia de los olmecas en el
Nuevo Mundo se remonta a por lo menos 5.000 años, hacia el
3.000 A.C., llegó por muchos caminos. El primero fue un
esfuerzo por identificar al gran dios de Mesoamérica, la
Serpiente Alada (Quetzalcóatl para los aztecas, Kukulkán
para los mayas), y la importancia de su promesa de volver a
esas tierras en el primer día de un ciclo de 52 años, (1.519
AD, cuando el rey azteca Montezuma creyó que la aparición del
conquistador español Cortés era tal Retorno, coincidió con la
sagrada fecha anticipada).
La gente de Mesoamérica empleó además de un calendario
práctico de 365 días, llamado el Haab, también un
Calendario Sagrado (llamado Tzolkin) de 260 días. Los
dos calendarios cíclicos se concibieron como dos ruedas con
dientes de engranaje que giraban y volvían al mismo sitio una
vez en 52 años; y 52 ¿era el Número Sagrado del dios Serpiente
Alada?
Ya que 52 era también el Número Secreto del dios
conocido por los egipcios como Thoth; puesto que Thoth como
Quetzalcóatl, era el dios de la ciencia y el calendario; y
dado que Thoth fue desterrado de Egipto hacia el 3.100 A.C.,
he sugerido que fue él quien llevó a un grupo de sus
seguidores africanos a una nueva tierra, trayendo a los "olmecas"
a Mesoamérica.
Por lo tanto, dije, la presencia de los olmecas se
remonta a por lo menos 3.000 años A.C. - una fecha dos veces
mayor que la concedida por los arqueólogos oficiales.
El misterioso “Día Uno"
Cuando estaba escribiendo Los Reinos Perdidos, el
libro dedicado a la prehistoria de las Américas, yo estaba
seguro de que la llegada de los olmecas con Thoth/Quetzalcóatl
podía ser establecida con asombrosa precisión. La llave para
abrir el enigma era el Calendario Olmeca.
Además del Haab y el Tzolkin, había en Mesoamérica un
tercer calendario, utilizado para inscribir las fechas en los
monumentos. Dado el nombre la Cuenta Larga, éste no era
cíclico como los otros dos, sino lineal - uno continuo,
contando el número total de días que habían pasado desde que
empezaron a contar a partir de un misterioso Día Uno.
Por medio de glifos que denotan grupos de días (1, 20, 360,
7.200 o incluso 144.000) y puntos y barras que dan el número
para cada grupo de glifos, los monumentos eran datados
diciendo: Un total de tantos días desde el Día Uno han pasado
cuando este Monumento fue erigido.
¿Pero cuál fue ese Día Uno, cuándo ocurrió, y cuál fue
su importancia?
Se ha comprobado más allá de toda duda que este
calendario de la Cuenta Larga fue el calendario Olmeca
original; y es ahora generalmente aceptado que ese Día Uno era
equivalente al 13 de agosto de 3.113 A.C.
¿Pero qué significa esa fecha? Hasta donde yo sé,
la única respuesta creíble fue proporcionada por mí: ¡era la
fecha de la llegada de Thoth/Quetzalcóatl, con sus seguidores
en Mesoamérica!
La inesperada corroboración
Todas las publicaciones oficiales continúan, sin
embargo, quedándose en el 1.250 A.C. – 1.500 A.C. a lo sumo –
como fecha de comienzo de la presencia Olmeca.
Imagine mi agradable sorpresa al encontrarme con un
informe testimonial del astronauta Gordon Cooper en el
capítulo 11 de su libro A Leap of Faith. "Durante mis
últimos años con la NASA", escribe, “ me involucré en un tipo
diferente de aventura: la búsqueda de tesoros en México." Un
día, acompañado por un fotógrafo de National Geographic,
aterrizaron con un avión pequeño en una isla en el Golfo de
México; los residentes locales les señalaron montículos de
tierra en forma de pirámide, donde encontraron ruinas,
artefactos y huesos. Tras un examen posterior en Texas, ¡se
determinó que los artefactos tenían 5.000 años de antigüedad!
"Cuando supimos de la edad de los artefactos”, escribe
Cooper, “comprendimos que lo que nosotros habíamos encontrado
no tenía nada que ver con el decimoséptimo siglo de España...
Yo se lo comuniqué al gobierno mexicano y me puse en contacto
con la cabeza del departamento de la arqueología nacional,
Pablo Bush Romero".
Junto con los arqueólogos mexicanos los dos regresaron
al sitio. Después de algunas excavaciones, Cooper escribe, "La
edad de las ruinas fue confirmada: 3.000 A.C. Comparada con
otras civilizaciones avanzadas, se conocía relativamente poco
sobre ésta - llamada la Olmeca."
Procediendo a describir algunos de los asombrosos
descubrimientos sobre los Olmecas y sus logros, Gordon Cooper
continúa así: “Ingenieros, granjeros, artesanos, y
comerciantes, los olmecas tenían una civilización notable.
Pero todavía no se conoce dónde se originaron...
Entre las
conclusiones que más me intrigaron: los símbolos celestiales
de la navegación y fórmulas que, cuando fueron traducidas,
resultaron ser fórmulas matemáticas usadas hasta el día de hoy
para la navegación, y dibujos exactos de constelaciones,
algunos de los cuales no serían oficialmente ‘descubiertos'
hasta la época de los telescopios modernos”.
Fueron éstas, más que sus experiencias como astronauta,
las que provocaron el “Salto de Fe” (“Leap of faith”) de
Gordon Cooper: “Esto me dejó preguntándome: ¿Por qué tienen
señales celestiales de navegación si ellos no navegaban
celestialmente?” Y pregunta: Si ‘alguien ' hubo ayudado a los
olmecas con este conocimiento, ¿de quién lo
recibieron?
Mis lectores, por supuesto, saben las respuestas.
¿El encubrimiento ha acabado?
El extraordinario museo sobre la civilización Olmeca de
Jalapa, en la provincia de Veracruz en México, incluyó cuando
fue construido un panel de pared que muestra la extensión y
fechas de las diversas culturas de México. Allí, en mi
primera visita, apenas podía dar crédito a mis ojos: La
primera (la más temprana) civilización, la de los olmecas, ¡se
mostraba como empezado hacia el 3.000 A.C.!
Yo insté a los miembros de mi grupo a que me sacaran fotos
señalando la fecha: ¡Finalmente, la fecha afirmada por mí
había sido aceptada oficialmente!
En una segunda visita, sin embargo (a la que el artículo
anterior, El Caso del Elefante Desaparecido se
refiere), no sólo el revelador elefante de juguete
desapareció; la columna olmeca que empieza en el 3.000 A.C.
también se hubo ido... Y el catálogo oficial del museo, que
repasa la civilización olmeca, volvió al 1.500 A.C.
Pero ahora viene el astronauta Gordon Cooper, e
inocentemente dice, como un testigo ocular, lo que le dijo el
principal arqueólogo mexicano: 3.000 A.C.
Y de este modo, cuando todo está dicho y hecho, yo quedo
reivindicado.
EL AUTOR es periodista, escritor y lingüista experto en hebreo antiguo y otras
lenguas semíticas y europeas. Pionero en la investigación de
la hipótesis de las paleovisitas extraterrestres y profundo
conocedor del Antiguo Testamento y de la historia y
arqueología del Cercano Oriente, es el autor de la
mundialmente exitosa serie Crónicas de la Tierra,
que inició con el best seller El 12vo.Planeta.
Su último libro en español es El Libro Perdido de Enki.
© Z. Sitchin 2001 – Reproduced by permission.
Traducido y reproducido con permiso expreso del autor.
Prohibida su
reproducción sin autorización previa del autor
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