“Entonces el Señor hizo llover del cielo sobre Sodoma y
Gomorra
azufre y fuego… y arrasó estas ciudades….”
(Génesis 19:24.)
Mi artículo anterior (¿Una guerra nuclear prehistórica?), en
el que yo reflexionaba sobre mi libro Worlds Before
Our Own (Mundos antes del nuestro), provocó docenas
de preguntas de los lectores. Algunos decían que uno de los
canales de cable – unos pensaban que era History Channel
; otros, Discovery; y otros más, National
Geographic - había presentado “la prueba” de que el “el
vidrio verde fundido” que se encuentra en varias áreas había
sido creado por ondas expansivas de meteoritos en lugar de
guerras nucleares prehistóricas.

Yo sigo abierto a las muchas
teorías sobre la prehistoria de la Tierra. Uno de esos
individuos movido a escribirme, que tenía la ventaja de
haber leído Worlds Before Our Own, dijo que yo
presento “en un
estilo claro y lúcido, información que involucra hallazgos
arqueológicos anómalos sin la hipérbole usualmente asociada
con este tipo de material.”
Aunque los trozos de “vidrio verde fundido” puedan en
ciertos casos haber sido causado por las ondas expansivas de
los meteoros, yo me pregunto si tal fenómeno natural pudo
haber creado la totalidad de los veintiocho campos de
piedras ennegrecidas y hechas añicos que cubren tanto como
7.000 millas cada uno en Arabia occidental. Las piedras
están densamente agrupadas, como si fueran restos de
ciudades, de bordes afilados, y quemadas a negro. Los
expertos han decretado que ellas no tienen origen volcánico,
pero parecen datar de la época cuando se pensaba que Arabia
era una tierra exuberante y fructífera que de repente se
agostó en un desierto instantáneo.
Lo que hoy conocemos como el Desierto del Sahara fue
alguna vez una región tropical con densa vegetación, lluvia
abundante, y varios ríos grandes. Los científicos han
descubierto áreas del desierto en que las tierras que otrora
conocieron la influencia del arado y del agricultor están
ahora cubiertas por una fina capa de arena. Los
investigadores también han encontrado un enorme depósito de
agua debajo del área reseca del desierto. La fuente de tal
gran depósito de agua sólo podría ser las copiosas lluvias
del período de tiempo anterior al que una ardiente
devastación consumiera la exuberante vegetación del área.
El 25 de diciembre de 2007, fue confirmado por un científico
francés que las excavaciones en el área de Khamis Bani Sa'ad
, en el distrito de Tehema de la provincia de Hodeidah, han
producido más de mil piezas arqueológicas poco comunes que
datan del 300.000 a. C. Antes de un dramático cambio de
clima, los habitantes de esa época habían sido pescadores y
habían domesticado varios animales no encontrados más en la
región, incluso una especie de caballo comúnmente encontrada
sólo en Asia Central.
La China Roja ha realizado pruebas atómicas cerca del lago
Lob Nor, en el Desierto de Gobi, que han dejado grandes
territorios del área cubiertos con arena vítrea. Pero el
Gobi tiene cantidad de otras áreas de arena vidriada que han
sido conocidas por miles de años.
Albion W. Hart, uno de los primeros ingenieros en graduarse
del Massachusetts Institute of Technology, fue asignado a un
proyecto en el interior de África. Mientras él y sus hombres
estaban viajando hacia una región casi inaccesible, tuvieron
que cruzar primero una gran extensión del desierto. En ese
momento, él quedó perplejo y sin lograr explicar un área
enorme de vidrio verdoso que cubría las arenas hasta donde
se podía ver.
"Más tarde, durante su vida",
escribió Margarethe Casson en Rocks and Minerals
(No. 396, 1972)," él
pasó por el área de White Sands después de la primera
explosión atómica que hubo allí, y reconoció el mismo tipo
de fusión de sílice que había visto cincuenta años antes en
el desierto africano.”
En 1947, en el valle del Éufrates al sur de Irak, donde
ciertas tradiciones ubican el Jardín del Edén y donde los
antiguos habitantes de Sumer encontraron al dios-hombre Ea,
las excavaciones exploratorias desenterraron una capa de
vidrio verde fundido. Los arqueólogos no pudieron dejar de
notar el parecido que tenía ese milenario vidrio fundido con
el suelo de White Sands, Nuevo México, después de que las
primeras explosiones nucleares en tiempos modernos fundieron
arena y piedra.
En los Estados Unidos, el Desierto de Mojave tiene grandes
áreas circulares o poligonales que están cubiertas por una
substancia dura muy semejante a vidrio opaco.
Mientras estaba explorando el Valle de la Muerte en 1850,
William Walker afirmó haber descubierto las ruinas de una
antigua ciudad. Un extremo de la gran construcción dentro de
los escombros había tenido sus piedras fundidas y
vitrificadas.
Walker prosiguió diciendo que toda la región entre los ríos
Gila y St. John estaban punteados con ruinas. En cada una de
las antiguos poblaciones él había encontrado evidencia de
que ellas habían sido quemadas por un fuego lo bastante
intenso como para haber licuado la piedra. Los bloques de
pavimentación y las casas de piedra habían sido escindidos
con grandes grietas, como marcadas por alguna gigantesca
cuchilla de fuego.
Quizás incluso más que las grandes áreas de vidrio verde
fundido, a mí me intriga la evidencia de ciudades y
fortificaciones vitrificadas, como aquellas descubiertas por
Walker.
Hay antiguas fortificaciones y torres en Escocia, Irlanda e
Inglaterra, en que las construcciones de piedra han sido
calcinadas debido al gran calor que se les hubo aplicado. No
hay manera alguna de que un rayo pudiera causar tales
efectos.
Otras fortificaciones que van
desde las Lofoten Islands al norte de Noruega hasta las
Canary Islands al noroeste de África se han convertido en
“fortificaciones fundidas”. Erich A. von Fange comenta que
“la rocas
amontonadas en sus paredes circulares se han convertido en
vidrio… por algún intenso calor.”
Catal Huyuk, en Turquía, considerada una de las ciudades más
antiguas del mundo, parece, según la evidencia arqueológica,
haber sido totalmente civilizada y luego, de repente,
haberse extinguido. Los arqueólogos se sorprendieron al
encontrar espesas capas de ladrillo quemado en uno de los
niveles, llamado Vla. Los bloques se habían fundido juntos
por tan intenso calor que los efectos habían penetrado hasta
una profundidad de más de un metro por debajo del nivel de
los suelos donde la tierra se carbonizó, al igual que los
restos de esqueletos y las ofrendas de enterramiento que
había con ellos.
Toda descomposición bacterial fue detenida por el tremendo
calor.
Cuando un gran zigurat de Babilonia fue excavado, presentó
la apariencia de haber sido castigado por un terrible
incendio que lo desmoronó hasta los cimientos. En otras
partes de las ruinas, grandes secciones del enladrillado han
sido abrasadas hasta un estado vitrificado. Varias masas de
ladrillos han sido derretidas hasta un estado completamente
líquido. Incluso se han encontrado grandes rocas
vitrificadas cerca de las ruinas.
Las construcciones reales del norte de Siria, conocidas como
Alalakh o Atchana, fueron quemadas por completo, tanto que
el núcleo mismo de las gruesas paredes era de desmenuzables
ladrillos de barro de color rojo brillante. El lodo y el
revoque de yeso de la pared se habían vitrificado, y los
bloques de basalto estaban, en algunas áreas, realmente
derretidos.
Entre el Río Ganges de la India y las colinas de Rajmahal
hay ruinas que contienen grandes masas de piedra que se han
fundido y ahuecado. Ciertos viajeros que se han aventurado
hasta el corazón de los bosques indios han informado sobre
ruinas de ciudades en las cuales las paredes se han
convertido en grandes trozos de cristal, debido a algún
intenso calor.
Las ruinas de Siete Ciudades, localizadas cerca del Ecuador
en la Provincia de Piaui, Brasil, parecen ser la escena de
un monstruoso caos. Ya que no hay todavía ninguna
explicación geológica que haga encajar la evidencia ante los
arqueólogos, algunos de aquellos que han investigado el
sitio han dicho que la manera en que las piedras han sido
secadas, destruidas, y fundidas hace pensar en imágenes de
Sodoma y Gomorra.
Investigadores franceses descubrieron evidencia de una
prehistórica reacción nuclear espontánea en la mina de Oklo,
Pierrelatte, en Gabón, África. Los científicos encontraron
que el mineral de esta mina contenía proporciones
anormalmente bajas de U235, como sólo se encuentra en el
combustible de uranio vaciado tomado de los reactores
atómicos. Según quienes examinaron la mina, el mineral
también contenía cuatro raros elementos similares en forma a
aquellos encontrados en el uranio vaciado.
Aunque el mundo moderno no experimentó el poder atómico
hasta los años cuarenta, hay una cantidad asombrosa de
evidencia de que los efectos nucleares pudieron haber tenido
lugar en tiempos prehistóricos, dejando atrás arena fundida
en vidrio en ciertas áreas del desierto, fortificaciones con
parte de sus paredes de piedra vitrificadas, restos de
ciudades antiguas que fueron destruidas por lo que parecería
haber sido un extremo calor que está más allá del que podían
provocar las antorchas de los ejércitos primitivos. En cada
caso, los arqueólogos especializados y experimentados que
descubrieron tales hallazgos anómalos han enfatizado el
punto de que ninguna de estas catástrofes hubo sido causada
por los volcanes, por rayos, colisión de cometas, o por
conflagraciones hechas por la humanidad.
EL AUTOR
es escritor. Ha publicado hasta hoy más de 2.000 artículos y
165 libros, muchos de ellos relacionados con los grandes
misterios de la humanidad, tales como Atlantis Rising
y Worlds Before Our Own. Su trabajo ha sido premiado
en diversas ocasiones por diferentes instituciones
culturales.
© Brad Steiger – Derechos reservados.
Traducido y publicado con autorización expresa del autor.
Prohibida su reproducción sin permiso del autor.
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